7º Congreso Misionero Latinoamericano (CoMLa 7) 2º Congreso Americano Misionero (CAM 2) |
4. La misión, vida de la comunidad parroquial
Objetivo:
Favorecer
el compromiso de construir parroquias que sean centros dinamizadores de
evangelización y que encuentren en la misión “ad gentes” su reto más
importante para renovar permanentemente la vida de la comunidad cristiana.
1. Escuchamos el mensaje cristiano
Jesús, anunciando el Reino de Dios, suscitó alrededor de él un grupo de discípulos que acogieron la propuesta de la salvación (Mc 1,14-15), se unieron a él (Mc 1,16-20), escucharon sus palabras (Lc 11,27-28) y vieron las obras que hacía por el poder de Dios (Jn 2,1-11; Mc 1,32-34). Después de la muerte y resurrección de Jesús (Lc 24,13-35), y con el envío del Espíritu Santo (Hch 2,1-13), los discípulos de Jesús fueron paulatinamente distanciándose de Israel (Hch 8,1-3) y tomaron conciencia de ser comunidad en Jesús y de ser enviados (Mt 28,18-20). El Nuevo Testamento es testigo de las florecientes comunidades que, nacidas de las primeras misiones y apoyadas en la fe de los apóstoles, vivían gozosamente y en unidad el amor gratuito de Dios (Hch 2,42-47; 4,32-35).
La Iglesia ha tenido siempre conciencia de ser comunidad y de estar formada por comunidades. Dentro de estas comunidades, probablemente las más importantes son las parroquias. La palabra “parroquia” hace alusión a la casa provisional que se habita mientras se construye la casa definitiva. A partir del siglo IV se llama “parroquia” a un territorio confiado a un sacerdote para que tenga su cuidado pastoral. El Concilio Vaticano II da una justificación de la distribución de la diócesis en parroquias: “el obispo no puede presidir personalmente a toda la grey en su Iglesia, siempre y en todas partes. Por eso, necesariamente debe constituir comunidades de fieles entre las que destacan las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces del obispo. Estas, en cierto modo, representan a la Iglesia visible establecida por todo el mundo” (SC, 42).
La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuyo cuidado pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como a su pastor propio.
- La parroquia es una comunidad de fieles y comunidad de comunidades. En la parroquia se hace presente la Iglesia universal. La parroquia es la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas (ChL, 26). Por eso, la parroquia se define a partir de la comunidad y no necesariamente del territorio ni del párroco.
- En la parroquia nos conocemos como Iglesia y entramos en comunión con la Iglesia diocesana y, a través de ella, con la Iglesia universal. De esta forma, la parroquia es una parte de la Iglesia diocesana, no tiene plena autonomía ni personal ni administrativa. La unidad de la que forma parte es la Iglesia particular, es decir, la diócesis. El párroco, en este sentido, es un colaborador del obispo en el ministerio pastoral.
- La finalidad de la parroquia es la atención pastoral de los fieles. El cuidado pastoral está confiado a un párroco, el pastor propio.
- La parroquia es un tejido o red de comunidades de fe constituidas por familias, jóvenes, niños, grupos apostólicos, etc. Estas comunidades hacen que la parroquia sea verdaderamente comunidad cristiana, como comunidad de comunidades (ChL, 26).
- En cuanto centro de pastoral, la parroquia debe promover la acción evangelizadora integral. “La parroquia realiza una función en cierto modo integral de la Iglesia, ya que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia, en la educación y crecimiento de su fe” (DP, 644). De ahí que la parroquia debe promover todos los ministerios y servicios que hacen posible la acción pastoral de la Iglesia.
“La parroquia tiene la misión de evangelizar, de celebrar la liturgia, de impulsar la promoción humana” (DSD, 58). Es en ella donde se lleva a cabo la totalidad de la acción eclesial, algo que no ocurre en los movimientos eclesiales u otras agrupaciones religiosas. La parroquia se organiza como comunidad de creyentes, que evangeliza, celebra la fe y proyecta su servicio a los hombres y mujeres y a la sociedad.
- En la parroquia escuchamos y anunciamos la Palabra de Dios: en ella se realiza plenamente el ámbito de la pastoral de la Palabra que, partiendo del testimonio personal y comunitario, anuncia el kerigma para invitar a la fe y a la adhesión a Jesús, realiza la catequesis como proceso de educación en la fe, y con la ayuda de la predicación y la homilía, la formación bíblica básica y el estudio del Magisterio de la Iglesia, la hace operativa.
- En la parroquia descubrimos que el anuncio de la Palabra no se dirige sólo al interior de la comunidad, la parroquia nos lanza a la misión ad gentes. Desde la Parroquia surgen misioneros y misioneras de la Palabra que hacen lo que hacía Jesús: “Recorría todas las ciudades y los pueblos. Enseñaba en las sinagogas, proclamaba la Buena Nueva del Reino y sanaba todas las enfermedades y violencias” (Mt 9,35). Y estos misioneros y misioneras van movidos por la misma compasión que Jesús sintió al ver a la muchedumbre porque “Estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9, 36). Por eso, desde la parroquia volvemos a escuchar la voz de Jesús que nos dice: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Mt 9,37-38).
- En la parroquia celebramos la fe: en ella se celebra la iniciación cristiana y el Misterio Pascual de Jesucristo, vive el año litúrgico como una forma de recorrer y vivir los principales acontecimientos de la salvación de Dios en Cristo por el Espíritu. En ella se celebran los sacramentos como encuentros con Cristo vivo que corresponden a momentos importantes de la vida personal y de la comunidad cristiana y de entre ellos, el sacramento y sacrificio de la Eucaristía, mediante el cual Dios se hace presente actualmente para la comunidad reunida. En la parroquia también se realizan otras manifestaciones religiosas comunitarias y de religiosidad popular a través de las cuales se expresa la fe (peregrinaciones, procesiones, vía crucis, celebraciones patronales, vigilias).
- En la parroquia llevamos a cabo nuestros compromisos pastorales y de evangelización, allí es donde se realiza y se organiza el servicio y la solidaridad: en ella encuentran un espacio privilegiado las acciones de anuncio y promoción de todo lo que conduce a la realización de la persona humana y su dignidad tanto en sí misma como en las relaciones familiares, sociales, políticas. En ella, la Iglesia puede asumir funciones samaritanas a través de servicios asistenciales de salud (clínicas, centros de salud), alimentación y desarrollo (proyectos de desarrollo rural y comunitario), de educación (talleres de promoción femenina y obrera, centros educativos, educación formal a diversos niveles) y de formación comunitaria, así como un espacio para la defensa y promoción de la vida a través de acciones de conciliación, defensa de la igualdad fundamental y de los derechos de los más pobres, etc.
- En la parroquia se puede discernir y optar por quienes son los destinatarios o destinatarias que requieren una mayor atención por parte de la comunidad, y organizarse para responder a sus necesidades. De allí que surgen las diferentes pastorales (familiar, infantil, juvenil, indígena, educativa, de enfermos, de áreas marginales, y otras, según sea el caso), como formas de encarnación del mensaje para grupos de destinatarios-as especiales.
- En la parroquia se desarrollan los servicios y ministerios que permitan realizar toda esta labor pastoral. En ella encuentra un espacio insustituible la formación de agentes de pastoral, especialmente de los laicos y laicas, para realizar los servicios y ministerios en orden a toda esta acción de la comunidad cristiana. La parroquia también es el lugar donde se articulan los movimientos y asociaciones laicales de servicio y de espiritualidad para que encuentren un espacio de realización de su carisma en la integralidad de la pastoral.
“Es
un hecho que allí donde la presencia de la Iglesia es dinámica, como es el
caso de las parroquias en las que se imparte una asidua formación en la Palabra
de Dios, donde existe una liturgia activa y participada, una sólida piedad
mariana, una efectiva solidaridad en el campo social, una marcada solicitud
pastoral para la familia, los jóvenes, los enfermos, vemos que las sectas o los
movimientos para-religiosos no logran instalarse o avanzar” (Juan Pablo II, Discurso
Inaugural de la Conferencia de Santo Domingo, 12).
2.
Confrontamos el mensaje con la vida
La
parroquia ha sido por mucho tiempo y es todavía hoy el lugar más importante de
la realización de la pastoral de la Iglesia. Sin embargo, ha recibido en los
años pasados muchas críticas, las principales, derivadas de la importancia que
se le daba a la territorialidad y a la administración de los sacramentos, la
heterogeneidad de los participantes en ella, la atención masiva a los fieles,
la nueva situación social en la que se da mayor movilidad social, etc.
La experiencia nos dice que muchas parroquias, hoy en día, no tienen un programa pastoral centrado en un proceso evangelizador, como el que nos pide actualmente la Iglesia. Generalmente su actividad principal es cultual. Se atiende a pocas personas, un porcentaje mínimo de fieles que pertenecen a asociaciones y movimientos. En general hay una pastoral de masas que ocupa el mayor tiempo entre las actividades y que es básicamente sacramental. El sacerdote en muchas parroquias parece un funcionario que consume todo su tiempo en atender a una feligresía amorfa con servicios religiosos, sobre todo con los sacramentos que ellos piden y exigen sin pretender ninguna otra vinculación con la parroquia. El resto de su tiempo lo dedica a atender a ese pequeño porcentaje de fieles que pertenecen a asociaciones o movimientos parroquiales y en organizar eventos con el fin de obtener fondos. Algunas personas, al ver estas dificultades, “han aceptado demasiado fácilmente que la parroquia sea considerada como sobrepasada, si no destinada a su desaparición” (CT, 67).
Incluso las parroquias donde se trabaja intensamente enfrentan en la actualidad muchos retos derivados de la situación actual, como los siguientes:
- El proceso de urbanización que ha creado conglomerados inmensos e imposibles de ser abarcados dentro de los límites de una parroquia y la artificialidad de los linderos o fronteras entre parroquias.
- La incapacidad de atender el número cada vez más extenso de fieles por parte de pocos sacerdotes.
- Muchos fieles optan por afiliarse y asistir más bien a la parroquia en donde reciben un cuidado pastoral que ellos consideran más adecuado o en donde ciertos servicios están mejor organizados. Se trata de parroquias “de elección”.
- Los movimientos de población y las migraciones internas y externas hacen que las parroquias estén compuestas por diversidad de personas, culturas, problemas e intereses sociales y políticos, los cuales multiplican las perspectivas y las expectativas actuales; con compromisos particulares más exigentes hacia los indígenas y los afroamericanos.
- Para muchos otros, la pertenencia eclesial no se realiza a través de la parroquia sino a través de centros de acción pastoral de religiosos o religiosas y de movimientos de espiritualidad laical y que no se articulan con su parroquia para una pastoral de conjunto.
- Muchas parroquias realizan una pastoral de acuerdo a sistemas o métodos preestablecidos, generalmente apoyados en experiencias ajenas a la propia realidad y sin una verdadera inculturación.
De todos modos, como nos enseña muy claramente el Papa: “Quiérase o no, la parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano, incluso para los no practicantes. El realismo y la cordura piden pues, continuar dando a la parroquia, si es necesario, estructuras más adecuadas y sobre todo, un nuevo impulso” (CT, 67). Para renovar la parroquia, parece necesario subrayar los siguientes aspectos:
- La parroquia como comunidad cristiana: espacio que posibilite la vivencia de la salvación de Cristo en comunidad. Los aspectos administrativos y las estructuras deben estar al servicio de la experiencia de esta vivencia en comunidad. La parroquia debe ser un lugar de humanidad, donde todo lo humano, con su carga positiva y negativa, tenga cabida, acogida y aceptación.
- La organización parroquial de la acción pastoral: dicha organización no debe recaer exclusivamente en el párroco, ni en uno o más movimientos muy activos. La comunidad debe responsabilizarse por elaborar una pastoral de conjunto para toda la parroquia, tomando en cuenta las diferencias entre personas y la variedad de situaciones y actuar con una pedagogía gradual que sea dinámica y de crecimiento cualitativo.
- La planificación pastoral: La parroquia debe elaborar un plan que responda a las necesidades de la comunidad y los diferentes grupos sociales y culturales que la conforman, plan que esté en comunión con los planes diocesanos. Este plan ayuda a integrar todas las fuerzas vivas de la parroquia en una pastoral unitaria, que evita improvisaciones y acciones fragmentarias.
- La parroquia toma como destinatarios y destinatarias a los más necesitados según el Evangelio y las opciones a las que nos llama la Iglesia, y no necesariamente a los ya practicantes que frecuentan el templo.
- La realización de una verdadera evangelización y pastoral inculturadas, de modo que el Evangelio y la Iglesia lleguen al corazón y a la raíz de las diferentes culturas y experiencias históricas del pueblo de la parroquia.
Toda esta renovación de la parroquia no es posible si no se convierte en una comunidad evangelizadora, en donde toda la vida parroquial gire en torno a un proceso evangelizador y misionero. Se hace necesario implementar, pues, una estructura parroquial en donde lo fundamental sea la “Eucaristía que es la fuente y la culminación de toda la evangelización” (PO. 5). En ella, “se impone en el ministerio profético de la Iglesia, de modo prioritario y fundamental, la proclamación vigorosa del anuncio de Jesús, muerto y resucitado” (DSD, 33), de modo que se provoque “en los católicos la adhesión personal a Cristo y a la Iglesia por el anuncio del Señor Resucitado” (DSD, 42). Se trata de un verdadero catecumenado común y para todos los jóvenes y adultos, donde no falten el testimonio y el encuentro personal, la presencia del cristiano-na en todo lo humano, la confianza en el anuncio salvador de Jesús y en la actividad del Espíritu Santo. Los modelos para realizar una parroquia evangelizadora son variados, pero en todos ellos se subraya el aspecto kerigmático y misionero como el motor que da lugar a una cada vez mayor participación de personas que vivían al margen de la fe y se van integrando a la vida de la comunidad. Este proceso evangelizador incluye:
- La irradiación misionera permanente con el testimonio de vida, individual y comunitario, de forma espontánea y también organizadamente, en misiones evangelizadoras y en las visitas aldea por aldea y casa por casa.
- La predicación del primer anuncio, la evangelización fundamental, y luego una catequesis de adultos, esta última generalmente en comunidades.
- Un seguimiento en comunidades pequeñas, que se forman para hacer posible la vivencia comunitaria.
- La participación en ministerios diversos, pero especialmente en la evangelización de otras personas, catequesis de jóvenes y adultos, cuidado y atención de las comunidades, liturgia, acción social, familias, jóvenes, de enfermos y otros.
- Una atención especial a “la liturgia que es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC.10)
- La adaptación de las estructuras parroquiales con la amplia flexibilidad que concede el Derecho Canónico, sobre todo promoviendo la participación de las laicas y los laicos en las responsabilidades pastorales.
- La importancia de la misión “ad gentes”, es decir, la importancia de llegar a todos los hombres y mujeres que no se constituyen en comunidad porque para ellos el cristianismo todavía no es buena noticia que se recibe con alegría. Entre ellos están los migrantes no cristianos que llegan a países de tradición cristiana, los marginados, los alejados, los no creyentes y, en general, los más necesitados (Cf Rmi 37). Sin embargo, la parroquia, lejos de mirar sólo dentro de su territorio, debe abrirse a la dimensión universal de la Iglesia y llevar el Evangelio más allá de sus propias fronteras; hay países, áreas geográficas y culturales en las que faltan comunidades cristianas autóctonas: “Esta es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado y diariamente vuelve a confiar a su Iglesia” (CHL 35). Y el Concilio ha recordado que es todo el Pueblo de Dios quien tiene que llevar adelante la misión, incidiendo, especialmente en la importancia del papel de las laicas y los laicos (LG 17.33). “La necesidad de que todos los fieles compartan tal responsabilidad no es sólo cuestión de eficacia apostólica, sino de un deber-derecho basado en la dignidad bautismal...” (RMi 71).
El resultado normal de un proceso evangelizador sólidamente llevado es que muchos y muchas trabajan con entusiasmo en diversos servicios y ministerios, lo cual permite que haya bastantes personas trabajando en ellos y que por tanto, haya cada vez un mayor discernimiento de la vocación misionera y puedan ofrecerse para la misión “ad gentes”. Asimismo, cuando la evangelización es real, trae como fruto la renovación de la humanidad y la transformación de las estructuras; convierte la conciencia personal y colectiva de hombres y mujeres, re-imagina las actividades en las que están comprometidos y su ambiente concreto. En cada persona cambian los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación (cf. EN, 18,19).
3. Propongamos qué debemos hacer con el mensaje cristiano
4.
Oremos juntos al Señor por intercesión de María
Espontáneamente agradecemos al Señor por nuestras parroquias y por todo el trabajo que realizan y escogemos los signos más significativos que expresen su vitalidad. Los presentamos con nuestras peticiones confiadas, las cuales pueden ser alternadas por un estribillo de alguna canción de petición. Al final, hacemos juntos nuestra invocación a María Santísima, ayudados del siguiente texto del Papa Juan Pablo II, pidiendo por la Iglesia de América y cada una de sus comunidades parroquiales.
María Santísima, Madre de nuestra
América,
por la predicación del Evangelio
nuestros pueblos conocen que son hermanos
y que Tu eres la Inmaculada
y llena de gracia.
Con certeza filial sabemos
que en tu oído está el saludo del ángel,
en tus labios, el cántico de alabanza,
en tus brazos, Dios hecho Niño,
en tu corazón, la cruz del Gólgota,
en tu frente, la luz y fuego del Espíritu
Santo,
y bajo tus pies, la serpiente derrotada.
Madre nuestra Santísima,
en esta hora de Nueva Evangelización,
ruega por nosotros al Redentor del hombre:
que El nos rescate del pecado
y de cuanto nos esclaviza;
que nos una con el vínculo de la fidelidad
a la Iglesia y a los Pastores que la guían.
Muestra tu
amor de Madre a los pobres,
a los que sufren y a cuantos buscan el Reino
de tu Hijo.
Alienta nuestros esfuerzos por construir
el continente de la esperanza solidaria,
en la verdad, la justicia y el amor.
Agradecemos profundamente el don de la fe
y glorificamos contigo
al Padre de las misericordias,
por tu Hijo Jesús, en el Espíritu Santo.
Amén.
(Juan Pablo II)
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