Construyamos una Parroquia Misionera

Artículo elaborado por las Obras Misionales Pontificias de Argentina

Origen, evolución y Teología de la Parroquia

a.- Significado del término parroquia

En su etimología griega el término “parroquia” (= paroikía) tanto en los escritos del AT como del NT, significa una comunidad del pueblo de Dios que peregrina en tierra extraña. “Extranjeros” (Ef 2,19), “los emigrantes” (1 Pe 2,11), “los peregrinos” (Hb 11,13).

b.- De la comunidad apostólica a la comunidad parroquial.

La parroquia apareció como resultado de la difusión del Evangelio “por el mundo entero”, como lo había mandado el Señor. Después de mucho tiempo se concretó y se organizó la realidad jurídica de las parroquias.

Las primeras comunidades fueron fundadas o dirigidas por los apóstoles (Jerusalén, Antioquia, Roma, Corinto, Éfeso y muchas otras). A medida que se extendió la predicación y se dieron las conversiones, nacieron nuevas comunidades que fueron confiadas a nuevos ministros a quienes, después de la imposición de las manos, se les entregaba los poderes de Cristo y la sucesión de los apóstoles.

A partir del siglo II aparece el término “paroikía” , con el significado de comunidad cristiana particular, o sea la Iglesia en un lugar concreto. Parroquia y diócesis coinciden como unidad pastoral con la ciudad. La diócesis es parroquia y la parroquia es ciudad.

c.- Parroquia, comunidad inculturada

En la época del emperador Constantino (siglo IV) la Iglesia ya no era una comunidad en dispersión y de paso sino que las comunidades cristianas aparecen asentadas y organizadas en el territorio imperial, tanto en las ciudades como en los sectores rurales. Para definirlas se emplean los términos “iglesia”, “diócesis” y “parroquia”. La “diócesis”, que coincide con la provincia imperial, es una circunscripción territorial mayor a cargo de un obispo y la parroquia es una jurisdicción menor a cargo de un presbítero.

Ya en el siglo VIII la parroquia es una realidad configurada en todos sus aspectos (financiero, administrativo, cultural, et.). La Iglesia, entonces, es una diócesis y las diócesis están constituidas por redes o conjuntos de parroquias.

d.- Parroquia, realidad canónica

En el siglo XV, el presbítero encargado de la parroquia es llamado por primera vez “párroco”, título reservado hasta entonces al obispo. Al ser parte territorial –urbana o rural-, de una diócesis, la parroquia entró pronto en la ordenación canónica eclesiástica.

Así el Concilio de Trento, en el siglo XVI, estableció que los obispos fraccionaran sus diócesis en parroquias con párroco encargado de las mismas, a fin de facilitar la cura de almas y la práctica sacramental. Disposición que repitió el código de derecho canónico de 1917, al tiempo que daba simultáneamente una definición de parroquia como “parte territorial de la diócesis, con su Iglesia propia, con su población determinada, asignada a un rector especial como pastor propio de la misma, para la necesaria cura de almas”.

Después del Vaticano II se promulgó, en 1983, el nuevo código de derecho canónico, que dice así: “La parroquia es una determinada comunidad de fieles, constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco como su pastor propio”. Esta descripción se inspira en la Constitución conciliar sobre la Liturgia: Sacrosanctum Concilium, SC,42, y destaca tres elementos importantes:

•  Centralidad en la teología del Pueblo de Dios, no tanto en la figura del párroco: la parroquia no es un territorio determinado, sino una comunidad de fieles.

•  La parroquia no se define por el “beneficio” a favor del párroco, sino por el ministerio: lo importante es la cura o cuidado pastoral, entendido desde el ministerio de la Palabra, como primordial servicio y desde el ministerio sacramental, en el que aparece la Eucaristía como centro de la vida comunitaria, desde el que se proyectan los fieles hacia la caridad y la evangelización.

•  El nuevo Código de Derecho Canónico pone de relieve la comunión de la parroquia con la Iglesia particular y universal (la comunión parroquial y sus agentes se comprenden a sí mismos en el contexto de una Iglesia “comunión”.

e.- Modelos de pastoral de parroquia

* Las parroquias que viven una pastoral de cristiandad

Existen en mayor o menor número, parroquias que no han asumido la renovación conciliar y que concretan su principal actividad en el culto, con una vida predominantemente sacramental y un estilo devocional. No trabajan con un plan pastoral organizado y no han determinado sus opciones evangelizadoras; la evangelización se concreta en la catequesis orientada a los niños de primera comunión, con estilo doctrinal y sin ningún proceso de continuidad. Algunas asumen la preparación inmediata de los sacramentos.

La responsabilidad y dirección de la parroquia se concreta exclusivamente en el párroco; los laicos cumplen un papel pasivo y ninguno asume tareas concretas. Está muy condicionada por el estilo del párroco: si es carismático, todos encantados; si es pasivo, todos como muertos. Normalmente en este estilo de parroquia no florece ningún tipo de grupo.

* Las parroquias que viven una pastoral de conservación

En esta modalidad de parroquia se nota el esfuerzo por la “conservación pastoral” (SD 30) manifestada en el deseo de hacer llegar la catequesis, con acentuación en la formación bíblica, a todos los niveles. Es una parroquia que refleja el esfuerzo evangelizador, que trabaja la pastoral juvenil, que vive una liturgia participada. Entre los feligreses más activos se dan ciertos grados de vida comunitaria y en ella florecen diversos grupos con carismas propios.

Muchos de sus fieles se comprometen en servicios de evangelización y caridad. La vida pastoral, integrada por un equipo parroquial, presidido por el párroco, hace el esfuerzo por atender y llegar a los lugares y fieles más alejados.

* Las parroquias que viven una pastoral misionera

La opción prioritaria de estas parroquias es la actividad misionera. Predomina, sin ser excluyente, la catequesis de adultos y ésta se vive en forma de proceso orientado hacia el crecimiento de la fe y del compromiso de todos. Sus celebraciones son realmente comunitarias y participativas. La parroquia encarna la realidad cultural del barrio o del sector, en donde está ubicada; se identifica con una comunidad o con una red de comunidades, como la describe el documento de Santo Domingo: “Comunidad orgánica, y misionera, red de comunidades”; “comunidad de comunidades y movimientos que acoge las angustias y esperanzas de los hombres, que anima y orienta la comunión, participación y misión” (SD 58).

f.- Teología de la parroquia

Dios, en la Escritura, nos ofrece numerosos signos de la realidad teológica de la Iglesia universal y con ellos se puede iluminar y orientar el ser y el quehacer de la vida parroquial.

En la Sagrada Escritura encontramos multitud de imágenes y figuras relacionadas entre sí, mediante las cuales la revelación habla del Misterio inagotable de la Iglesia. Esas imágenes, tomadas del Antiguo Testamento, constituyen variaciones de una idea de fondo, la de “Pueblo de Dios”. En el Nuevo Testamento (cfr Ef 1,22; Col 1,18), todas estas imágenes adquieren un nuevo centro por el hecho de que Cristo viene a ser “la Cabeza” de este Pueblo (LG, 9), el cual es, desde entonces, su Cuerpo (Catecismo 753).

Algunos criterios teológicos que deben traducirse en actitudes pastorales para la acción.

Dentro del misterio y misión de la Iglesia. Hay que ver la parroquia dentro del misterio de la Iglesia, de la asamblea de fe, convocada por la Palabra de Dios para una misión triple: Evangelizar, anunciando la salvación de Dios mediante la palabra y el testimonio (misión profética), celebrar sacramentalmente la salvación proclamada (misión sacerdotal) y comprometerse a fondo en la conversión del hombre y de las estructuras sociales al amor evangélico y la fraternidad humana (misión pastoral)

La parroquia es la encarnación última y minúscula de la Iglesia universal de Cristo, que es comunión en si misma. Pero la parroquia, como tal, no puede agotar el concepto total de la “ekklesia” y la riqueza de ministerios y carismas que el Espíritu de Dios otorga a su pueblo; por eso la parroquia ha de estar abierta a la comunión de fe, de culto y de vida con la Iglesia diocesana y, por medio de esta, con la Iglesia universal. Un cauce efectivo para esta comunión es la inserción de la pastoral parroquial en una pastoral de conjunto.

Comunidad de fe. La parroquia es fundamentalmente una comunidad de creyentes, sean justos o pecadores; comunidad convocada por la Palabra de Cristo que la suscita. La parroquia es un espacio, mas que territorial, donde se nace a la fe, se la expresa en los sacramentos, se la vive en la vida y se la consuma en la muerte. En ella se celebra la iniciación cristiana y el Misterio Pascual de Jesucristo, vive el año litúrgico como una forma de recorrer y vivir los principales acontecimientos de la salvación de Dios en Cristo por el Espíritu. En ella se celebran los sacramentos como encuentros con Cristo vivo que corresponden a momentos importantes de la vida personal y de la comunidad cristiana. También se realizan otras manifestaciones religiosas comunitarias y de religiosidad popular.

Comunidad eucarística y abierta, donde se renueva constantemente y se comparte la cena del Señor, la mesa y el pan común que son el cuerpo y la sangre de Cristo. La parroquia es comunidad fraterna y casa abierta a todos porque “el cáliz de nuestra acción de gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo porque comemos todos del mismo pan”. De ahí que la eucaristía sea punto de origen y la meta de toda la vida comunitaria cristiana y de toda la actividad pastoral; por eso de la eucaristía brota y en ella culmina la evangelización.

Comunidad solidaria: en ella encuentran un espacio privilegiado las acciones de anuncio y promoción de todo lo que conduce a la realización de la persona humana y su dignidad, tanto en sí misma como en las relaciones familiares, sociales y políticas. En ella, la Iglesia puede asumir funciones samaritanas a través de servicios asistenciales de salud, de alimentación, de educación y de formación, así como un espacio para la defensa y promoción de la vida a través de acciones de conciliación, defensa de la igualdad fundamental y de los derechos de los más pobres, etc.

Comunidad misionera es también la parroquia. No sólo tiene abiertas sus puertas a todos, sino que como Cristo y como la Iglesia, sale al encuentro del hombre en los cruces de los caminos de la vida. El envío misionero de Cristo a su Iglesia: “Vayan al mundo entero”, es una consigna perenne para toda comunidad parroquial.

“Es un hecho que allí donde la presencia de la Iglesia es dinámica, como es el caso de las parroquias en las que se imparte una asidua formación en la Palabra de Dios, donde existe una liturgia activa y participada, una sólida piedad mariana, una efectiva solidaridad en el campo social, una marcada solicitud pastoral para la familia, los jóvenes, los enfermos, vemos que las sectas o los movimientos parareligosos no logran instalarse o avanzar” (Juan Pablo II, Discursos Inaugural de la Conferencia de Santo Domingo, 12).

1.1- De la Iglesia Universal a la Iglesia Parroquial

a.- Sur razón de ser

La parroquia realiza y expresa la Iglesia universal, por lo tanto debe realizar y expresar sus notas características: debe ser UNA: vivir, defender y cultivar la unidad; SANTA: es su propia vocación y santificada por la presencia constante de Dios; CATÓLICA: universal, llamada a todos los hombres y a todo el hombre; y APOSTÓLICA: construida sobre el fundamento de los apóstoles, con la Biblia y el Magisterio como fuentes de revelación divina. Debe ser unacomunidad -comunión de comunidades-, de vida, de amor, de solidaridad, de servicio, de fe y de esperanza (Hch 2,42-46; 4, 32-35). Convocada por Jesucristo como único dueño y Señor (Mt 16,18), y donde Él está presente todos los días hasta el fin (Mt 28,20).

Debe ser generadora de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos en la fe por la evangelización y la catequesis, como tarea permanente de conversión personal ly comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba (RMi 46 – 47), como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gál 2,20; Filp 1,21).

Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad.

Donde:

•  proclamamos la Palabra de Dios, haciéndola Vidal y revitalizando la vida de los creyentes, llenando de dinamismo evangélico y evangelizador a las comunidades,

•  celebramos al fe y la vida, con sus alegría y tristezas, angustias y esperanzas, especialmente en los sacramentos, teniendo como centro la Eucaristía, logrando la síntesis entre la fe y la vida;

•  nos sentimos hijos de Dios y hermanos de todos, por eso compartimos lo que somos y tenemos.

Debe ser el lugar donde nos comprometemos en el mundo, cada uno respetando su carisma y vocación específica; llegando a todos los ambientes, culturas y personas (EN 70).

Debe tener una tarea “hacia dentro” (evangelizada), y “hacia fuera” (evangelizadora) (RMi 64).

Debe hacer una opción clara y preferencial (no excluyente), por los pobres (Lc 4, 16-20).

Debe ser el lugar de la comunión y la participación, abierta al pluralismo de personas, culturas y grupos; siendo el centro integrador y convergen te de ministerios, servicios y carismas, donde se desarrolla la dimensión social y política de la fe. En resumen, debe ser: comunitaria, experiencial, de comunión y participación, misionera, litúrgica, ecuménica, profética y transformadora.

 

b.- Horizontes diocesanos y parroquiales

Cada Iglesia debe atender a tres situaciones u horizontes urgentes de evangelización:

•  Misión Ad Gentes , Actividad Misionera Específica o Primera Evangelización:“pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos “ (RMi 33).

•  Actividad o atención Pastoral con sentido misionero: “hay también comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal” (RMi 33).

•  Nueva Evangelización : “se da una situación intermedia donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia y llegan una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio” (RMi 33).

 

La Parroquia ante los desafíos misioneros

1.- ¿Qué es una Parroquia?

“La Parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio. Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expesión ordinaria de la vida litúrgica, la congrega en esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo, practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas” (C.D.C. 2179).

“La parroquia es la comunidad eucarística y el corazón de la vida litúrgica de las familias cristianas; es un lugar privilegiado para la catequesis de los niños y de los padres” (C.D.C. 2226).

2.- Su razón de ser

La parroquia realiza y expresa la Iglesia Universal, por lo tanto debe realizar y expresar sus notas características: debe ser UNA: vivir, defender y cultivar la unidad; SANTA: es su propia vocación y santificada por la presencia constante de Dios; CATÓLICA: universal, llamada a todos los hombres y a todo el hombre; y APOSTÓLICA: construida sobre el fundamento de los apóstoles, con la Biblia y el Magisterio como fuentes de Revelación Divina. Debe ser una comunidad -comunión de comunidades-, de vida, de amor, de solidaridad, de servicio, de fe y de esperanza (Hch 2, 42-46; 4, 32-35). Convocada por Jesucristo como único dueño y Señor (Mt 16,18), y donde Él está presente todos los días hasta el fin (Mt 28,20).

Debe ser generadora de vida, en ella fuimos engendrados por el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que mueren. Escuela en la que nos formamos y maduramos en la fe por la evangelización y la catequesis, como tarea permanente de conversión personal y comunitaria, entendida como un proceso dinámico que nunca acaba (R.Mi. 46-47), como experiencia profunda de Dios e interiorización de la vida de Cristo (Gal 2,20; Filp 1,21).

Debe ser un lugar de encuentro y vínculo de comunión, casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad.

Donde

Debe ser el lugar donde nos comprometemos en el mundo, cada uno respetando su carisma y vocación específica; llegando a todos los ambientes, culturas y personas (E.N. 70).

Debe tener una tarea “hacia dentro” (evangelizada), y “hacia fuera” (evangelizadora) (R.Mi 64). La misión “interior” es signo creíble y estímulo para la misión exterior” y viceversa, (R.Mi 34). Debe hacer una opción clara y preferencial (no excluyente), por los pobres (Lc 4, 16-20).

Debe ser el lugar de la comunión y la participación, abierta al pluralismo de personas, culturas y grupos; siendo el centro integrador y convergente de ministerios, servicios y carismas, donde se desarrolla la dimensión social y política de la fe. En resumen, debe ser: comunitaria, experiencial, de comunión y participación, misionera, litúrgica, ecuménica, profética y transformadora.

3.- Teología de la Parroquia

He aquí algunos criterios teológicos que deben traducirse en actitudes pastorales para la acción.

Dentro del misterio y misión de la Iglesia . Hay que ver la parroquia dentro del misterio de la Iglesia, de la asamblea de fe, convocada por la palabra de Dios para una misión triple: Evangelizar , anunciando la salvación de Dios mediante la palabra y el testimonio (misión profética), celebrar sacramentalmente la salvación proclamada (misión sacerdotal) y comprometerse a fondo en la conversión del hombre y de las estructuras sociales al amor evangélico y la fraternidad humana (misión pastoral).

La parroquia es la encarnación última y minúscula de la Iglesia universal de Cristo, que es comunión en si misma. Pero la parroquia, como tal, no puede agotar el concepto total de la “ekklesia” y la riqueza de ministerios y carismas que el Espíritu de Dios otorga a su pueblo; por eso la parroquia ha de estar abierta a la comunión de fe, de culto y de vida con la Iglesia diocesana y, por medio de ésta, con la Iglesia universal. Un cauce efectivo para esta comunión es la inserción de la pastoral parroquial en una pastoral de conjunto.

Comunidad de Fe . La parroquia es fundamentalmente una comunidad de creyentes, sean justos o pecadores; comunidad convocada por la palabra de Cristo que la suscita. La parroquia es un espacio, mas que territorial, donde se nace a la fe, se la expresa en los sacramentos, se la vive en la vida y se la consuma en la muerte.

Comunidad eucarística y abierta, donde se renueva constantemente y se comparte la cena del Señor, la mesa y el pan común que son el cuerpo y la sangre de Cristo. La parroquia es comunidad fraterna y casa abierta a todos porque “el cáliz de nuestra acción de gracias, ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo?. El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo porque comemos todos del mismo pan”. De ahí que la eucaristía sea punto de origen y la meta de toda la vida comunitaria cristiana y de toda la actividad pastoral; por eso de la eucaristía brota y en ella culmina la evangelización.

Comunidad misionera es también la parroquia. No sólo tiene abiertas sus puertas a todos, sino que como Cristo y como la Iglesia, sale al encuentro del hombre en los cruces de los caminos de la vida. El envío misionero de Cristo a su Iglesia: “Vayan al mundo entero”, es una consigna perenne para toda la comunidad parroquial.

4.- Tres tipos de parroquias

Podemos distinguir tres tipos de parroquias: preconciliar, conciliar y postconciliar, anotando esquemáticamente los indicadores más característicos de cada uno en esos cuatro sectores básicos:

  1. tareas pastorales
  2. corresponsabilidad
  3. sensibilidad social
  4. estructura comunitaria

Parroquia preconciliar , de pastoral de cristiandad.

  1. Predomina la sacramentalización, lo devocional, lo cultural, lo tradicional, lo que se ha hecho siempre; misas rutinarias y homilías aburridas.
  2. No existe distribución de tareas; el sacerdote la hace todo; laicos totalmente pasivos.
  3. Sensibilidad social nula.
  4. No hay grupos parroquiales ni consejo pastoral.

Parroquia conciliar , de pastoral de mantenimiento.

Predomina la catequesis de niños (primera comunión) y jóvenes (confirmación). Trata de evangelizar mediante la celebración litúrgica digna y la homilía bien preparada.

  1. Celebraciones comunitarias de la palabra.
  2. Un grupo de seglares colabora con el clero en la marcha de la parroquia.
  3. Moderada sensibilidad social ante los derechos humanos, y de tipo asistencial más que promocional.
  4. Hay diversos grupos parroquiales, un plan y un consejo de pastoral.

Parroquia posconciliar , de pastoral misionera y liberadora.

  1. La evangelización misionera es la opción prioritaria. La catequesis de adultos tiene un lugar más destacado que la de los niños y jóvenes; las eucaristías son asamblea con homilía dialogada.
  2. Se comparte la responsabilidad pastoral, con buenos servicios de acogida, ayuda y orientación.
  3. Gran sensibilidad ante los problemas sociales: paro, marginación, droga, tercera edad, etc.
  4. La comunidad parroquial vive eficazmente la comunión eclesial.

5.- Líneas de acción de una Parroquia evangelizadora

Vistos los indicadores positivos y negativos que presenta la parroquia de hoy, se concluye que nuestras parroquias están mejor equipadas y preparadas para la pastoral sacramental que para la evangelización misionera. Su vida se polariza sobre todo en los servicios de orden catequetico y cultual para los practicantes; pero falta dinamismo evangelizador, lenguaje, estructuras, y metodología para contactar a los alejados. Entonces uno se pregunta por el estilo propio de una parroquia que quiere responder a los retos de una nueva evangelización.

Sin duda alguna, la actitud primera, básica y fundamental hoy día es romper la inercia y el pesimismo pastoral; después habrá que potenciar las siguientes líneas de acción.

6.- Apertura a la misión evangelizadora

La pastoral de la parroquia ha de estar abierta a la programación eclesial, diosana, por decanatos; es decir, integrada en una programación de conjunto. En muchos casos, solamente mediante la ayuda de los movimientos apostólicos y de la acción especializada de los institutos de vida consagrada, podrá la parroquia abrir sus puertas a una pastoral de ambientes para cumplimentar los deberes de una evangelización misionera de los ámbitos humanos alejados del evangelio y de la fe: cultura y educación, intelectuales y profesionales, matrimonio y familia, obreros y juventud, clases pasivas y tercera edad, sanidad y mundo penitenciario, marginados e inmigrantes, etc.

Una parroquia misionera ha de practicar una pastoral de puertas abiertas y lazos comunitarios para todos: practicantes, alejados, transeuntes, inmigrantes, marginados... mediante una acogida amable, destacando el gozo de la gratuidad sobre los aspectos burocraticos y canónicos. Esto vale sobre todo ante los que vienen solicitando un sacramento que requiere preparación: bautismo de los hijos, matrimonio, etc.

Hemos de pensar de la dispersión de tareas pastorales a una concentración de las mismas en torno al proceso evangelizador: iniciación cristiana, formación apostólica para el testimonio, la presencia y la acción, y formación permanente para la madurez cristiana. Además hay que evitar el exclusivismo sacramental que reduce la vida comunitaria a la misa dominical, es decir, que no atiende al “antes” y al “después” de la asamblea eucarÍstica.

7.- Corresponsabilidad eclesial y apostólica

La convergencia y la corresponsabilidad pastoral se ha de evidenciar, en primer lugar, entre los propios pastores del pueblo de Dios secundando las líneas de las pastoral de conjunto diocesana, zonal, o por decanatos; luego, repartiendo responsabilidades entre los demás, pues el responsable de la comunidad cristiana no es solamente el sacerdote. ¿Cómo lograrlo? Integrando en la pastoral parroquial con su propio carisma a los miembros de los institutos de vida consagrada, invitando a los laicos, creando en ellos la actitud de respuesta y ofreciéndoles responsabilidades concretas.

El apostolado laical no es concesión de la jerarquía a los seglares ni mera suplencia funcional para alcanzar objetivos a los que no puede llegar el sacerdote. No; más bien nace de la misma condición del laico, bautizado, miembro de la Iglesia y partícipe de su misión. El laico es la Iglesia que vive y actúa en el mundo.

Por eso:

  1. Hay que formar entre los seglares, agentes de pastoral y de evangelización.
  2. Hay que potenciar un organismo pastoral que es clave: el consejo pastoral parroquial, como coordinador e impulsor de la proyección evangelizadora de la parroquia.

“Todavía son muchos los seglares que entienden su bautismo y su fe como camino o medio de salvación, y no como una misión que nos urge a desarrollar una misión en el mundo. Las parroquias ayudarán a descubrir esta vocación apostólica si saben promover y proponer a los fieles no sólo prácticas religiosas, morales y caritativas, sino también compromisos y acciones tendentes a anunciar y hacer presente la fuerza del evangelio en el mundo”.

El compromiso efectivo de los creyentes ha de ser visible dentro del tejido social, es decir, en su propio ambiente familiar, laboral, cultual y cívico. La misma parroquia, como comunidad, debe aportar gestos en esta línea.

8.- La proyección misionera «ad gentes» de la Parroquia

En este capítulo queremos evidenciar las razones fundamentales de la apertura misionera de una comunidad, más allá de sus fronteras; lo que puede dar y lo que puede recibir, lo que se puede hacer para crecer en esta dimensión apostólica.

a. La universalidad

Es un aspecto del Evangelio que marca la acción de Jesús, quien vivió en un pequeño rincón de la tierra, Palestina, pero con una conciencia clara de que su misión abarca toda la humanidad. Esto se ve sobre todo cuando habla de su Pascua diciendo : “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mi” ( Jn 12,32 ) .

La misión de Jesús posee un carácter de universalidad geográfica y cuantitativa, puesto que quiere llegar a todos : “También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del reino de Dios, porque para eso he sido enviado” (Lc 4, 43)

La misión de Jesús posee también un carácter de universalidad dinámica: el Reino de Dios no es todavía completo, sino que inaugurado por Cristo Resucitado, va creciendo siempre más, dando respuesta a todas las aspiraciones humanas, suscitando la capacidad de comunión universal con los otros y con Dios.

b. Ruptura de fronteras

“Tengo además otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir; ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor” (Jn 10-16 ).

La universalidad de la misión lleva a Jesús a romper diversos muros y fronteras que impiden la vida en abundancia para todos sin excepción.

Rompe los muros del precepto del sábado, para favorecer a un inválido o dar la luz a un ciego (Jn 5,18; 9,14 )

Rompe las fronteras del prejuicio y del racismo, en el encuentro con la Samaritana y con el funcionario real (Jn 4) y por este mismo motivo se abre a los despreciados y a los pecadores.

Esta actitud de ‘sobrepasar las fronteras' , cualesquiera que sean, aparece simbólicamente representada por el moverse de Jesús al otro lado del mar de Galilea o al otro lado del Jordán. Este río, es el símbolo de la frontera entre la esclavitud y la liberación. Jesús lo atraviesa y esto quiere decir que de ahora en adelante, todo hombre, todo pueblo, toda cultura va a recibir la Luz que ilumina a las naciones.

c. Se hace don a la humanidad

El Evangelio de S. Juan presenta a Jesús que se ofrece como un conjunto de dones fundamentales para el ser humano en cualquier parte del mundo: la vida (Jn 11,25); el camino (Jn 14,6); la puerta (Jn 10,7); el pan (Jn 6,35); el agua (Jn 4,10); la salud (Jn 5,11-14).

Esta es la universalidad sin fronteras, que empieza por los pobres, marginados, abandonados y nos va envolviendo a todos en el desafío del Evangelio que trasciende, pero se encarna en toda situación histórica, haciendo que allí brote vida nueva.

d. Ir por todo el mundo

El aspecto dinámico de la misión está expresado con el termino ‘ID' que implica la superación de todas las fronteras y manifiesta el expansionismo inaugurado con la Resurrección (Jn 20, 21). Desde este momento, la experiencia de Cristo está condicionada al movimiento. Hay que moverse, salir hacia aquellos que no están cerca, para que lo que Cristo pide, pueda realizarse.

Ya lo hacía notar S. Pablo: “¿Cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? y ¿Cómo predicarán si no son enviados? como dice la Escritura -Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el bien-” (Rm 10,14-15).

El objetivo de este ‘salir' comprende dos aspectos:

1 . “Ir a todos los pueblos” , hacia el conjunto de los hombres

2. “hacer discípulos” , comunicando la experiencia de Cristo Resucitado, suscitando la fe en El, engendrando nuevos discípulos y conduciéndolos a la comunidad.

Los cuatro Evangelistas subrayan así los distintos aspectos del envío de los Apóstoles de parte de Jesús :

e. Con el empuje del Espíritu Santo

Con el envío del Espíritu Santo en la experiencia de Pentecostés, la Iglesia abre con valentía las puertas al mundo .

•  Los Apóstoles salen del miedo y empiezan a hablar de Jesús a gente que viene de muchas partes y todos entienden el mensaje en sus respectivas lenguas (Hech.2,12ss).

•  El Espíritu separa a Bernabe y a Pablo, para la misión en medio de los paganos (Hech.13,1-5)

•  El Espíritu le hace comprender a Pedro que en la evangelización no tiene que hacer acepción de personas (Hech.10,35)

•  El Espíritu empuja a Pablo a viajar en todo el mundo conocido en aquel entonces, para anunciar el Evangelio y fundar la Iglesia (Hech. 14 -28).

El Espíritu Santo nunca ha dejado que la Iglesia se quedara tranquila, siempre la ha empujado más allá de las fronteras alcanzadas. Así, se abrió de Roma a toda Europa, de aquí , a América y África. Le queda ahora entrar en el gran continente Asiático en donde los cristianos son apenas unos pocos en medio de las gran mayoría de la humanidad.

Los horizontes de la misión son universales (cfr RMi, cap IV):

•  Hay una situación en donde sí se ha anunciado el Evangelio, se están encarnando los valores evangélicos y están creciendo las comunidades. Esa es la situación de los buenos católicos . Esos buenos católicos seguimos necesitando la evangelización que se llama actividad pastoral.

•  Hay otra situación que es entre católicos que no están recibiendo mucho anuncio, o no encarnan los valores, son incoherentes, no aplican la Palabra y menos lo relativo a su vivencia eclesial comunitaria: son los católicos alejados . Ellos necesitan evangelización, lo que se llama Nueva Evangelización . Fuera de eso hay unos cristianos que no son católicos que no son católicos pero que son cristianos: hermanos protestantes y otras sectas que necesitan evangelización y lo que podemos hacer por ellos es lo que se llama ecumenismo para entrar en una comunión compartida, ayudarnos y evangelizar unidos el mundo.

•  Hay muchos otros que no han recibido la primera evangelización, el primer anuncio, que no están encarnando de manera coherente estos valores evangélicos y que no viven en comunidades cristianas. Son los más necesitados de evangelización y son por lo menos las dos terceras partes de la humanidad, la mayoría de éstos en Asia, necesitan lo que se llama misión ad gentes, o actividad misionera , o se llama también primera evangelización.

Pastoral y Pastoral Misionera

Para poder cumplir estos desafíos y los que afectan a la vida interna, cada diócesis debe realizar una pastoral, enmarcada en las tres grandes áreas de la evangelización (anuncio, promoción humana y formación de comunidades), que responda a esa dimensión esencialmente misionera que debe tener. Para comprender la pastoral misionera debemos partir de la etimología de pastoral que viene de la idea de Pastor. Así nos pone inmediatamente frente a la figura del Buen Pastor, quien ante todo nos invita a vivir con Él y a dar la vida como Él, es decir a ser discípulos, pero también nos envía a buscar otras ovejas: “vayan y evangelicen”. Por tanto no sólo debemos “ser discípulos”, sino también a “hacer discípulos”, que es lo que llamamos evangelización. Entonces la pastoral misionera podemos definirla como las actividades, recursos y organización para realizar la evangelización. Por tanto, Pastoral misionera es la que anima y forma el espíritu misionero universal de los cristianos para que se realice eficazmente su misión local y universal de extender y establecer el Reino de Dios en favor de todos los hombres.

La Pastoral Misionera se realiza mediante cuatro servicios y medios que son entre sí complementarios (RMi 83):

  Comunión y organización misionera (3)  
Formación misionera (2)
PASTORAL MISIONERA
Cooperación misionera (4)
Animación misionera (1)

Animación Misionera

Se realiza para despertar, avivar y sostener en los bautizados el espíritu misionero universal. Los medios que generalmente se utilizan para ello son: la oración, la información misionera, la motivación misionera, los Encuentros, la asociación de los niños, el servicio misionero y el acompañamiento misionero.

Formación Misionera

Se realiza para ayudar a que los bautizados hagan la "Escuela con Jesús" y, así, tengan criterios y mentalidad misionera, como la de su Maestro. Comprende como contenidos y actividades funda­mentales: La catequesis y teología de la misión; La espiritualidad misionera; La metodología y práctica misionera.

Comunión y organización Misionera

Se realiza para promover la comunión misionera entre la comunidad, para utilizar adecuadamente los recursos disponibles para su servicio misionero y para ayudar a integrar bien la vida y los servicios tanto de los niños como de los adultos en la comunidad eclesial. Se forman grupos misioneros y se realizan diversas actividades de integración comunitaria.

Cooperación Misionera

Se realiza para ayudar a que cada uno realice los aportes misioneros que le corresponden en su comunidad local y en favor de la evangelización univer­sal, especialmente por "la misión ad gentes". Se realiza en varias formas:

•  Cooperación espiritual: con el ofrecimiento de la propia vida cristiana (testimonio), la continua oración por las misiones y la ofrenda de los propios sacrificios, uniéndolos a los de Jesús por la salvación del mundo.

•  Cooperación material: con la "ofrenda" económica o con otros bienes materiales.

•  Cooperación con servicios misioneros : con la realización de labores misioneras y colaborando en la promoción de nuevas vocaciones misioneras.

OCHO ACCIONES PARA HACER DE LA PARROQUIA
UNA COMUNIDAD MISIONERA
 

•  Formar un equipo o comisión de misiones, integrado por algu­nos laicos que, bajo la dirección del párroco o su delegado asuma esta tarea y le dedique su tiempo y entusiasmo, valiéndose de las OMP como instrumentos.

•  Mantener relación con las Direcciones Diocesana y Nacional de las Obras Misionales Pontificias, recibiendo orientacio­nes y propaganda.

•  Garantizar la animación misionera universal y permanente, por medio de informes, carteles, charlas, carteleras, películas, videos y otras actividades.

•  Apoyar e impulsar los movimientos que existan en la parroquia, dando a ellos una dimensión misionera universal.

•  Visitar a los enfermos de la comunidad parroquial, haciendo de ellos los primeros colaboradores de la actividad misionera (Equipo de pastoral de enfermos animando y formando misioneramente).

•  Dar a los fieles, de manera periódica, las posibilidades de una catequesis más profunda sobre su pertenencia a la Iglesia esencialmente misionera y despertar en ellos la responsabilidad de la animación, cooperación espiritual y material y la ac­tividad misionera.

•  Preparar con esmero las Jor­nadas de la Infancia Misionera, el último domingo de enero; la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND), el penúltimo do­mingo de octubre; y la Jornada de los Enfermos Misioneros, el do­mingo de Pentecostés o el segundo domingo de febrero, para que sean una manifestación del Espí­ritu misionero que anima a la parroquia.

Pedir la gracia de que surjan vocaciones misioneras y sentirse responsables de las vocaciones.