LA COMUNIDAD ECLESIAL, RESPONSABLE DE LA MISIÓN UNIVERSAL

  P. Gustavo Vélez mxy

   1.         Los Doce y la comunidad cristiana

 

Ante una pregunta de elemental Eclesiología: ¿Tuvo Jesús intención expresa de fundar la Iglesia?, Podemos responder: No. Jesús no tuvo intención de fundar esta Iglesia, dentro del actual marco jurídico, con nuestros elementos litúrgicos, con estas estructuras de hoy.

 

Pero sí tuvo voluntad directa de reunir un grupo, que contara a toda la tierra: “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron mi manso acerca del Verbo de la vida” (1, Jn, 1-1). Y este grupo se inició con Los Doce, a quienes Jesús escogió, llamó, preparó y envió.

 

La razón numérica de Los Doce, tiene que ver con toda la historia de Israel. Desde la reconquista de la Tierra Prometida, aquel pueblo peregrino se organizó geográfica, social y religiosamente en torno a las doce tribus, nacidas de los hijos  de Jacob.

 

Llegada la plenitud de los  tiempos, cuando Dios habló al pueblo por medio de su Hijo (HB 1, 1-3), quiso el Maestro significar que empezaba una época nueva, una Nueva Alianza. De allí el llamado a doce hombres, sobre los cuales iba a fundamentarse toda la Iglesia. Los apóstoles tuvieron conciencia de esto, de tal modo que cuando Judas se fue a su lugar, como dice san Pedro, (Hch 1, 25) decidieron completar el grupo y echando  suertes entre José apellidado El Justo y Matías, salió éste elegido  (Hch 1, 15-26).

 

El grupo de Los Doce tenía un objetivo: Compartir la experiencia de Jesús con quienes no le habían conocido, de acuerdo con el mandato del Señor antes de su Ascensión: “Id pues y haced discípulos de todas las gentes” (Mt 28, 19).

 

2.         El término Misión

 

Conviene aclarar que el término Misión puede significar: a) El envío. Jesús ordenó a sus discípulos ir por toda la tierra. b) El encargo. Aquí se trata de enseñar y bautizar. c) La tarea. El libro de Los Hechos nos cuenta las diversas misiones realizadas por los apóstoles. d) El lugar: A través de la historia de la Iglesia, se ha hablado de “territorios de misión”.

 

Sin embargo, el significado geográfico ha girado poco a poco hacia una connotación antropológica: Grupos humanos de aquí y de allá  que no han recibido el Evangelio.

 

Del mismo modo, el término Misión ad Gentes no se agota en un concepto jurídico. Por el hecho de afiliarme a una institución que tenga el apellido misionero, no me constituyo en agente de la misión. Se requiere una actitud pastoral. La preocupación diaria y acuciante por aquellos que no conocen a Cristo.

 

3.         La misión una y trina

 

La encíclica Redemptoris Missio en su número 33, nos explica que la Misión de la Iglesia es única, pero se diversifica en razón de quienes reciben el anuncio del Señor Jesús.

 

“Las diferencias en cuanto la actividad dentro de esta misión de la Iglesia, nacen no de razones intrínsecas a la misión misma, sino  de las diversas circunstancias en que se desarrolla. Mirando al mundo actual, desde el punto de vista de la evangelización, se pueden distinguir tres situaciones.

 

En primer lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia: Pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras, para encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos. Esta es propiamente la Misión Ad Gentes.

 

Hay también comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal. En ellas se desarrolla la actividad o atención pastoral de la Iglesia. Pastoral de acompañamiento.

 

Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido de la fe, o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una Nueva Evangelización, o reevangelización”.

 

4.         La Expresión “Misión Ad Gentes”

 

Esta expresión tiene su origen en Los Hechos y nace durante el encuentro de San Pablo con otros  apóstoles.

 

De Los Doce escogidos por el Señor, once provenían del norte de la provincia de Galilea. Solamente el Iscariote  venía de Judea. Eran los galileos gentes buenas, muy conservadores en política. De ahí los grupos de celotes armados contra la invasión romana, muchos de ellos nacidos en aquella región. En lo religioso eran, por lo contrario, abiertos. Su comarca había merecido el nombre de Galilea de los gentiles, como anota san Mateo (4,15). En parte por la apertura de sus habitantes hacia los vecinos del norte, como Tiro y Sidón. En parte por su cercanía a las ciudades gentiles próximas a próximas al Genesaret.

 

Desde esa mentalidad era lógico que, luego de la resurrección, los apóstoles guiados por Pedro, recelaran de cuantos venían de la gentilidad. Por lo tanto, a quienes aceptaban a Jesús, los obligaban a ciertos ritos judíos antes de integrarlos a la Iglesia.

 

En este momento es llamado por Dios Pablo de Tarso, judío piadoso, pero a la vez ciudadano romano. Nacido en Tarso de Cilicia, actualmente Turquía, pero formado a los pies del gran rabio Gamaliel en Jerusalén, e integrante además del grupo de los fariseos.

 

Pablo, luego de su conversión, “habiendo recibido el Evangelio, no de hombre alguno sino por revelación de Jesucristo”, (Ga 1,12) comenzó a comprender que no era correcto aquel procedimiento de los apóstoles frente a los gentiles que deseaban integrarse a la comunidad cristiana.

 

En el capítulo 13 de los Hechos leemos: Pablo y Bernabé, dirigiéndose a un grupo de judíos, dijeron: “Era necesario anunciaron a vosotros (los judíos) en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis...mirad que nos volvemos a los gentiles” (Hch 13, 46-47).

 

En aquella ocasión,  como dice Pablo a los Gálatas, “me enfrenté con Cefas que había venido de Antioquía cara a cara, porque era digno de represión” (Ga 2, 11).

 

Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, enviar a Antioquía a Pablo y Bernabé, con esta política acerca de quienes venían del paganismo: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que estas indispensables:  Abstenerse de los sacrificado a los ídolos, de la sangre de los animales estrangulados y de la impureza” (Hch 16, 28 - 29).

 

Pablo empieza a ser, desde ese momento, el apóstol de los gentiles. Como quien dice, el enviado a los no judíos. Desde entonces circula en el vocabulario cristiano, la expresión la Ad Gentes.

 

5.         Etapas históricas de la Misión Ad Gentes

 

Desde Pentecostés  los apóstoles iniciaron la tarea de la Misión Ad Gentes, luego que los signos del fuego y del viento, los impulsaron a un anuncio ferviente y comprometido.

 

Concluimos entonces que la Iglesia fue fundada primordialmente para la Misión Ad Gentes. En otras palabras: La Iglesia es misionera por naturaleza.

 

Esta labor fundamental de la comunidad cristiana es: a) La más antigua. b) La que presenta mayor número de destinatarios. c) La que purifica el mensaje cristiano, contaminado día a día con tantos elementos  sociológicos, culturales, circunstanciales. d)La que transforma la Iglesia de una transnacional religiosa en una comunidad de servicio desde el Evangelio.

 

Leemos también en Los Hechos (2, 14-41), que luego de aquel discurso de Pedro, “los que acogieron su palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron una tres mil personas”. Más tarde, el mismo apóstol toma la palabra en el sanedrín, “y el número de los creyentes creció hasta cinco mil” (Hch 4, 4).

 

Nacía entonces para la Iglesia una tarea no menos obligante: Acompañar a este numeroso grupo, hacia una madurez en la fe. Así se explica que los apóstoles tuvieran necesidad de llamar a siete jóvenes, los llamados diáconos, para el servicio de la comunidad (Hch 6, 1-7).

 

Este nuevo programa hacia los ya convertidos no obstaculizó, sin embargo, el anuncio a quienes no conocían al Señor, lo cual llevó a cabo la primitiva Iglesia por todo el mundo conocido entonces.

 

Nace pues la Iglesia con una auténtica vocación Ad Gentes, la cual realiza durante varios siglos, con la intervención casi visible del Espíritu Santo. Aquel que san Lucas llama el Espíritu de Jesús, es entonces el gran protagonista de la Misión Ad gentes. Es El  quien llama, envía, orienta, ordena.

 

Luego, durante las persecuciones, la Iglesia ese primer anuncio del Señor se hizo por el testimonio de la sangre. Un himno litúrgico, en la fiesta de los Santos Inocentes, resalta que aquellos niños predicaron a Cristo, no con sus labios, sino entregando su vida.  Estas son entonces las primeras etapas de la Misión Ad Gentes, en la historia de la Iglesia: La Misión del Espíritu y la Misión de la Sangre.

 

Llegamos al siglo IV, cuando Constantino da a la Iglesia carta de ciudadanía y aún poder político, perdiendo el entusiasmo de los primeros tiempos. Se dio entonces una alianza entre lo civil y lo religioso. Desde ese esquema se llevó a cabo la evangelización de mucha parte de Europa y luego de las remotas Indias de Oriente y Occidente. Era la Misión de la Espada.

 

Hacia el siglo VI, cuando nace en occidente la vida monástica, son enviados por los papas los discípulos de san Benito a evangelizar en Irlanda y en el norte de Europa. Tarea que luego fue casi exclusiva de las órdenes religiosas, desde el  siglo XIII con los franciscanos y en adelante, los dominicos, los carmelitas, los jesuitas y otros más.

 

Llamamos esta etapa la Misión de los Institutos religiosos. Siglos más tarde enriquecieron a la Iglesia muchas otras familias, entre cuyos variados carismas estaba también aquel del Primer Anuncio.

 

Ya en el siglo XVI, cuando avanza la contrarreforma católica cuyo punto culminante es el Concilio de Trento (1545 – 1563), los institutos religiosos, reformados también ellos mismos, toman a su cargo la recristianización de Europa.

 

Nació así la tarea de la Nueva Evangelización, o de reevangelización, de la cual nos habla el No. 33 de la Redemptoris Missio. En 1983,  Juan Pablo visita Haití y lanza para América Latina un programa de preparación ante el quinto centenario de la llegada del Evangelio a nuestro continente. Allí nos habla de Nueva Evangelización y señala que ha de ser “nueva en el ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus  expresiones”.

 

La misión de la Iglesia Particular

 

Pero desde el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia ha tratado de volver a sus cauces las desbordadas aguas de su historia, redescubrimos que el sujeto propio y genuino de la Misión Ad Gentes no es otro que la Iglesia Particular. Es decir la comunidad cristiana presidida por un sucesor de los apóstoles.  Comunidad que se concreta además en cada iglesia local y en todas las comunidades cristianas que la componen.

 

6            Reubicación de los Institutos Misioneros y de las Obras Misionales Pontificias

 

¿Qué va a acontecer con los Institutos Misioneros dentro de esta perspectiva de misión de Iglesias Particulares?  ¿Habrán perdido su razón de ser? ¿Se deben despojar de aquello que creían era su propio carisma? ¿Deberán considerarse desplazados y desobligados frente a su valioso historial misionero? En manera alguna.  Ha llegado la hora en que los Institutos Misioneros realicen una reflexión seria y serena, en orden a redescubrir su identidad, de cara a la nueva eclesiología y al sentido de la misión del  Vaticano II. Algunas pistas para dicha reflexión

 

a)         Los Institutos Misioneros conservan en toda su plenitud su razón de ser y su campo específico de trabajo, fortalecido por el actual resurgimiento misionero (RM, 65 y 66).

 

b)         Los Institutos Misioneros han de afirmar y potenciar su condición, como avanzada eclesial en el campo específicamente ad Gentes.

 

c)         Deben, sin embargo, recapacitar que histórica y apostólicamente han venido desempeñando un papel de suplencia total en la tarea del Primer Anuncio. Ante una Iglesia que madura misioneramente, han de reconocer el lugar teológico que le corresponde a la Iglesia Particular, como responsable primordial de la misión hacia todas las naciones de la tierra.

 

d)            También estos Institutos han de adoptar, como uno  de sus quehaceres peculiares, motivar a las Iglesias Particulares para que asuman el deber misionero, e impulsar, apoyar y acompañar ese compromiso.

 

e)            Corresponde además a los Institutos misioneros, en su calidad de especialistas, ser los impulsadores de la reflexión teológica acerca de la inculturación del Evangelio y comprometerse en una acción de avanzada, que los  libere de compromisos con la pastoral de conservación que estorben sus programas de Primer Anuncio.

 

f)          Deben así mismo,  poner sus estructuras y medios operativos al servicio de todas aquella instancias eclesiales que se comprometan con la misión Ad Gentes.

 

g)         En las diversas actividades, pero muy especialmente en el campo de la promoción vocacional, deben cambiar aquellos sistemas que dan la impresión de “capillismo”, por actitudes abiertas y universalistas.

 

h)         En fin, evitarán todo paralelismo entre los objetivos de los Institutos y los proyectos de la Jerarquía.  A todos nos debe animar el ideal único de ser operarios del Reino: "Un solo rebaño bajo solo Pastor".

 

Es apenas lógico que - desde un nuevo concepto de misión y desde el papel asumido por cada Iglesia particular y ante el nuevo perfil de los llamados Institutos Misioneros- la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos descubrirá una nueva tarea que le es propia, a saber: La coordinación de las iniciativas misioneras de todas las Iglesias particulares y el apoyo logístico efectivo a dichos proyectos.

 

Las Obras Misionales Pontificias.

 

Nacidas durante el siglo XIX, por el celo de unas seglares en Francia (La Propagación de la fe, San Pedro Apóstol, La Santa Infancia) y en el siglo XX en Italia, la Unión Misional del Clero por iniciativa del padre Pablo Manna), fueron desde su inicio las más eficaces despertadoras de celo en servicio de los no cristianos.

 

Hoy también ellas han buscado resituarse frente al despertar misionero de las Iglesias Particulares. Dependen, a nivel universal de la Congregación para  la Evangelización de los Pueblos y, a nivel local de cada obispo, (RM, 84) y deberían ser ellas las mejores animadores del pueblo de Dios en cuanto a la Misión Ad Gentes, a las vocaciones misioneras ad vitam, sin quedarse como superestructuras  aisladas, en la vida de las diócesis.

 

7.         del Papa hoy a la comunidad eclesial

 

Cada comunidad cristiana en sus diversas formas y su variados nombres ha de sentirse entonces responsable del anuncio a toda la tierra. “La misión de Cristo Redentor, nos dice el Papa Juan Pablo II, está aún lejos de cumplirse; se halla todavía en sus comienzos y hemos de comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (R.M. 1). “Esta misión atañe a todos los cristianos a todas las diócesis, a todas las parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales”.  (RM, 2). “La evangelización misionera constituye el primer servicio que la Iglesia pueda prestar a cada hombre, y a la humanidad entera en el mundo actual” (RM,3). “Las multitudes tiene derecho a conocer las riquezas del misterio de Cristo, dentro del cual creemos que toda la humanidad puede encontrar con insospechada plenitud, todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad. Por esto, la Iglesia mantiene vivo el empuje misionero e incluso desea intensificarlo en un momento histórico como el nuestro”  (RM, 8), añade la encíclica, haciendo eco a la Evangelii Nuntiandi de Paulo VI.

 

Toda comunidad cristiana ha de sentirse entonces responsable destinataria de un envío universal.

 

Hasta el presente, parece que nos hubiéramos dividido aquellos tres compromisos evangelizadores  que nacen del mandato de Cristo: 1) La pastoral de acompañamiento la hacían los obispos, los sacerdotes diocesanos, los religiosos en su mayoría y también algunos grupos apostólicos. 2) La Misión Ad Gentes era privilegio y tarea de algunos institutos que llevaban con cierta exclusividad el nombre de misioneros. 3) La Nueva Evangelización se encomendaba a otras familias religiosas, que se habían capacitado en devolver al  redil las ovejas extraviadas.

 

Pero desde una  auténtica teología, es necesario volver a la Iglesia de Los Hechos, donde cada uno de quienes recibían el bautismo sentía la necesidad de anunciar aquí y más allá el mensaje de Jesús. Podemos leer el capítulo 16 de la carta a los Romanos. San Pablo se refiere allí a veintisiete personas: Jóvenes y adultos, hombres y mujeres, soldados, esclavos y libres, pobres y ricos, que una vez conocieron a Jesucristo, se comprometieron con todas sus fuerzas, a compartir su experiencia con otros hermanos.

 

Una comunidad que no sea misionera, ha dicho Juan Pablo II, no es ni siquiera  cristiana.

 

8.            Mecanismos para dinamizar la comunidad cristiana hacia la Misión Ad Gentes

 

Se perfila aquí el giro enorme que ha de realizar cada comunidad creyente.

 

A)        De acuerdo con la enseñanza del papa en la Redemptoris Missio, “el hombre contemporáneo cree más a los testigos que los maestros, cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en la teoría. El testimonio de vida cristiana es la primera e insustituible forma de la misión” (RM. 42) En la medida en que los bautizados y las comunidades cristianas vivamos a fondo nuestra  identidad  desde la caridad, la honradez y el servicio a todos, iniciamos una proyecto misionero de insospechables consecuencias. Del mismo modo, el diálogo ecuménico, que brota de la experiencia de Jesucristo, se fortalece por la presentación amable, sencilla y desprevenida de la persona de Jesús y sus valores, hacia una Iglesia de comunión y fraternidad.

 

B).       La pastoral tradicional examinada, no desde la Iglesia  establecida, ni desde la teología tradicional, sino desde la Misión, se ve afectada de inmediato. Ya no habrá por ejemplo, “obispos misioneros” y otros que no lo son. Cada proyecto pastoral, en una comunidad convertida a la Misión Ad Gentes,  tendrá un nuevo sabor. El espíritu misionero no ha de estar como una vianda más en el plato, sino como la sal en la sopa.

 

Se evitará entonces cierto maniqueísmo religioso en el cual hemos vivido, por el enfrentamiento de la pastoral tradicional y la Misión Ad gentes, para emprender el anuncio de Jesucristo a los de cerca y a los de lejos.

 

C).       En la preparación de los sacramentos, y en su mismo sentido salvífico, los niños, los padrinos, los padres de familia, encontrarán aquella nueva Iglesia que crece por los signos sacramentales, rebosante de ardor misionero.

 

Urge que todos los bautizados identifiquen los grupos humanos que existen a su alrededor, donde el mensaje de Jesús no ha empezado a transformar las personas y los grupos. Del mismo modo, conozcan la obra misionera de la Iglesia en toda la tierra y se responsabilicen con ella por el acompañamiento fraterno, la oración y la financiación de proyectos.

 

D).       Así mismo, una comunidad cristiana donde florece el espíritu misionero, procura por todos los medios despertar, cultivar, preparar, enviar y acompañar vocaciones específicas para la Misión Ad Gentes, bien sea dentro de los institutos misioneros, o en equipos propios de cada Iglesia Local.

 

E).            Programa Iglesias Hermanas

 

El proyecto misionero surgido en América Latina, no es el esfuerzo de una Iglesia rica que da y una Iglesia pobre que recibe, o de una Iglesia madre que engendra a una Iglesia hija.  De una Iglesia que adopta y otra que es adoptada. La iniciativa surgió y se puso en marcha a nivel nacional en el Brasil y posteriormente el Demis se propuso impulsarla. El programa de "Iglesias Hermanas", se sintetiza en los siguientes pasos:

 

a). Una nación, una diócesis, o una parroquia, toma la decisión de asumir el programa y con el sentido de intercambio de mutuos servicios misioneros.

 

b). Se realiza un trabajo de motivación en toda la comunidad cristiana, tanto a nivel de personas como de instituciones, llevándolas a comprometerse con el programa y seleccionando a quienes han de ser enviados.

 

c). Se establece contacto con otra comunidad del mismo nivel (conferencia episcopal, provincia eclesiástica, diócesis), del propio país o de otra nación, pero preferentemente de otro continente, en atención al pedido del Papa. Se busca que en la otra comunidad se lleve a cabo la misma motivación.

 

d). Se identifican los servicios que pueden ser intercambiados, sea de orden espiritual, de recursos humanos, de ayudas institucionales, económicas, pastorales, ligas de oración, de información, de estudio, etc. e) Se conforma el equipo o los equipos que han de ser enviados y que ojalá estén integrados por sacerdotes, religiosas y laicos, como expresión de toda la Iglesia.

 

f). Quienes han de ser enviados reciben una esmerada y adecuada preparación, de acuerdo con la tarea programada y su lugar de destino.

 

g). Se elabora el convenio, en el cual se especificará el tipo de servicios que han de prestarse recíprocamente las dos comunidades y se inicia un programa de interacción permanente. De comunicación, de intercambio de ayudas espirituales materiales y pastorales.

 

h). Se celebra el envío de los misioneros y la acogida en la Iglesia a donde son enviados, con la participación de las instituciones comprometidas.

 

i). Se planea y se realiza el retorno, lo mismo que la reubicación y tareas de quienes regresan a su lugar de origen.

 

 

 

 

F).       Los laicos

 

Todos ellos son misioneros en virtud de bautismo, nos dice la Redemptoris Missio. (75, 76). Su participación en el anuncio del evangelio aparece en la historia de la Iglesia, desde sus  primeros tiempos. (Romanos, capítulo 16).

 

En los actuales momentos se nos muestra, de una manera más  clara, la tarea de los esposos, educadores, laicos comprometidos, y de modo peculiar, los catequistas. Tanto dentro de sus propias comunidades, como avanzando más allá de  sus propias fronteras.

 

El Concilio Vaticano II ha confirmado esta tradición, poniendo de relieve el carácter  misionero de todo el pueblo de Dios. Y subrayando la contribución específica que ellos pueden dar, no se urge solamente como cierta estrategia de los tiempos presentes, sino como un derecho y deber de cada bautizado.

 

Sin embargo, cuando hablamos de la vocación misionera de los laicos queremos referirnos, más enfáticamente,  a aquellos que, sintiendo un especial llamado del Dueño de la mies, se proponen anunciar a Jesucristo en lugares propiamente de Mision Ad Gentes. Aunque se comprueba que tal iniciativa apenas comienza a gestarse dentro de las Iglesias particulares.

 

Pero es deber de todos profundizar en nuestra identidad misionera, creando los adecuados mecanismos para que numerosos laicos se sean enviados y acompañados por sus pastores, en una específica tarea de primer anuncio de Jesucristo.

 

9.         El Sermón de “Los Cinco Todos”.

 

Toda esta reflexión no ha de entenderse como una divagación, más o menos acertada, sobre el tema misionero.

 

La vocación y el deber misionero tienen un hondo fundamente bíblico, en el llamado Sermón de los Cinco Todos, que se construye con los versículos finales de san Mateo y de san Marcos: ( Mt 28, 16 –20  Mc 16, 15).

 

1).        “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”.  Descubrimos aquí una dimensión cristológica del anuncio misionero. Cuando Pedro y Juan suben al templo y encuentran junto a la Puerta Hermosa aquel paralítico que les pide limosna, Pedro le dice: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En nombre de Jesucristo Nazareno, levante y anda (3, 6). Ese poder de Cristo lo encontramos en todos los rincones de la tierra, donde un creyente diga: “Jesús es el Señor”. Ese poder ha realizado “cosas grandes y maravillosas”, a través de la gesta misionera de todos los siglos.

 

2).        “Id por todo el mundo”. Es un mandato que nos proyecta sobre la geografía del mundo. En un comienzo Jesús había ordenado a sus discípulos no franquear ciertas fronteras (Mt 10,5). Pero al subir al cielo, los envía a toda la tierra, el mundo conocido hasta entonces. Luego de las grandes expediciones de Magallanes, Sebastián de Elcano y Cristóbal Colón, ese mundo amplió sus dimensiones. Y hoy, por los medios electrónicos, es posible hacer llegar el mensaje de Cristo a todos los hombres.

 

3).            “Proclamad la Buena Nueva a toda creatura”.  Descubrimos aquí el sentido antropológico de la misión. El Evangelio ha de llegar a todos los hombres, de todas las razas, de todas las culturas. “Ya no hay judío ni gentil, bárbaro, escita, esclavo o libre” (Col 3,11). La no inculturación del evangelio le resta dimensión a la Encarnación del Verbo.

 

4).            “Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he enseñado”. Es el sentido pastoral de la Misión. Hacer que todos cuantos reciban el mensaje del Señor puedan dar razón d e su esperanza (1Pe, 3-15), como adultos en la fe y responsables de la Iglesia, cada uno desde su propia condición.

 

5).        “He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Una dimensión escatológica. Mientras avanza por los siglos la historia de la salvación, el Señor Jesús está presente por su Palabra, por la Eucaristía y por la comunidad creyente, en todos los rincones del mundo. Toca a nosotros hacer más viva y consciente esa presencia.

 

Final

 

En África los ancianos de la tribu, alrededor del fuego, les cuentan a los niños leyendas como ésta:

 

Cierta vez, salieron muy temprano de paseo un gallina y un cerdito. Animados y contentos, pronto llegaron a las afueras de la ciudad. Allí había un restaurante, en cuya puerta podía leerse un vistoso anuncio: “Desayuno para hoy: Huevos y jamón”.

 

- Entremos, dijo espontáneamente la gallina.

- Yo no entro, respondió el cerdito con un gesto de miedo. Porque lo que para ti es una colaboración, para mí es un compromiso.

 

Todo lo anterior podemos resumirlo en este apólogo. La comunidad cristiana ya no puede contentarse con una colaboración esporádica a favor de la Misión Ad Gentes. Es necesario llegar al compromiso.

 

TRABAJO EN GRUPOS

 

1.         ¿Qué fundamentos teológicos y pastorales tiene la vocación misionera de los laicos en la Iglesia de hoy?

 

2.         ¿Qué diferencias y semejanzas presenta la acción pastoral de los clérigos y los laicos en la tarea de primer anuncio?

 

3.         ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros, para que en nuestro entorno surjan y maduren vocaciones laicales para la Misión Ad Gentes?

 

 

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