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Juan
de Jaso Atondo y María
Azpilcueta Aznárez son los padres de Javier.
Aquél es natural de la Baja Navarra (hoy Francia),
ésta del Baztán.
Juan de Jaso es doctor en Leyes por la Universidad
de Bolonia, pertenece al Real Consejo de Navarra, del cual llega
a ser Presidente, y en 1472 es nombrado Maestro de Finanzas del
Reino.
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En 1494, al ser
coronados los últimos reyes de Navarra, es Juan de Jaso quien toma
juramento de fidelidad a los tres Estados del Reino.
María
Azpilcueta desciende por su segundo apellido "Aznárez"
de los monarcas pirenaicos. Como Aznárez, también, ha aportado
al matrimonio el Castillo de Javier.
Matrimonio de honda Fe, de vida intensa de piedad,
"tenía especial empeño - nos cuenta el P. Juan de la Peña,
contemporáneo de los parientes próximos al Santo - de criar
bien a sus hijos y enseñarles bien en la Ley de Dios, aficionándolos
a la virtud, conociendo ser ésta la mejor herencia que les podían
dejar" (MX, 25).
Los
hermanos de San Francisco Javier son Miguel
de Jaso, el mayor y heredero de la familia, que vivirá
en el castillo; y Juan, que
recibirá el apellido de su madre, Azpilcueta, y que más tarde
residirá en Obanos y Tafalla, bajo el nombre de Capitán
Azpilcueta. Su carrera son las armas.
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Dos hermanas tenía
Francisco: Ana de Jaso y Magdalena.
Ana de Jaso casará luego con Diego de Ezpeleta, señor de
Beire, y tendrá como nieto al famoso apóstol del Gran Mogol de la India,
P. Jerónimo de Ezpeleta.
Magdalena es la mayor de las dos hermanas. Fue dama de honor
de Isabel la Católica. Pero, abandonando la Corte, se retiró al convento
de Clarisas de Gandía, de donde fue abadesa.
Finalmente, FRANCISCO, el quinto y
el benjamín de todos, nacía el 7 de abril de 1506, martes de la Semana
Santa.
EL
CASTILLO NATAL
Donde el río Aragón
empieza a regar las fértiles tierras de la ribera de Navarra
existía un castillo medieval, edificado en el siglo XIII sobre
otro más antiguo y renovado por sus padres.
Coronado de macizas torres y rodeado de un foso con
altos muros y puentes levadizos, demostraba a las claras su carácter
defensivo frente al vecino Reino de Aragón.
ADIÓS
A SU MADRE
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Mientras
los criados preparan las cabalgaduras con los pertrechos para
tan lago viaje, María de Azpilcueta da sus
últimos consejos a su hijo
Francisco con el triste presentimiento de que nunca
más volverá a verlo en la
vida.
Javier espera triunfar en la vida y, cuando llegue
a ser algo en la vida, ayudará a sus hermanos a reconstruir el
castillo, tal como lo vio en su niñez cuando la torre del
homenaje erguía majestuosa sus almenas hacia las nubes del
cielo.
Javier da el último abrazo a su madre y a sus dos
hermanos y con sus diecinueve años
emprende decidido su marcha a la Universidad de París.
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JUVENTUD DIVERTIDA
París siempre ha tenido fama de ciudad alegre y
divertida; pero ninguno de sus barrios era tan bullicioso y jaranero como
el Latino, donde se hacinaban los 50 colegios que componían la
Universidad.
La sociabilidad innata de Javier
unida a su jovialidad será una constante hasta el fin de su vida.
La extrema severidad de los reglamentos de esos Colegio
Mayores no era obstáculo para Javier para escapar del colegio de noche y
respirar un poco de libertad por las timbas y tabernas, que tanto
abundaban en el barrio Latino.
A Javier le gustaba beber, jugar a las cartas y, sobre todo,
cantar. Pero sin caer en obscenidades.
Y así hasta tropezar con San Ignacio de Loyola...
JAVIER E IGNACIO
Un buen día Javier se
encuentra con un estudiante guipuzcoano, cojitranco, reconcentrado y muy
devoto, con 16 años por encima de los suyos y contra el cual habían
luchado sus dos hermanos mayores en las
murallas de Pamplona. Era Iñigo de Loyola.
Y providencialmente acabaron hospedándose en la misma
habitación del Colegio Mayor de Santa Bárbara.
Mientras Javier era un joven fogoso, de porte distinguido y
apuesto, con anhelos de gloria, queriendo brillar en el mundo... Ignacio
sólo ambicionaba glorificar a Dios y servir a la Iglesia.
Pero Javier ante la reiterada pregunta de Ignacio "¿De
qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?"
terminó por renunciar al mundo y hacerse jesuita jurando sus votos.
JAVIER
ANTE EL PAPA
Tras intenso apostolado de Javier por Italia, una
vez aprobada la Compañía de Jesús, el Papa solicita
misioneros jesuitas para evangelizar las Indias bajo
protectorado portugués.
Y es designado Javier, quien acepta el encargo con
extraordinario entusiasmo.
Recibe del Papa la misión de evangelizar el Lejano
Oriente, siguiendo las rutas portuguesas.
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ADIÓS A
EUROPA
Se dirigió a
Lisboa para embarcar a Misiones. En la ciudad italiana de
Bolonia, donde anteriormente había evangelizado, el pueblo le
dispensó un recibimiento entusiasta.
De camino se encontró y despidió de antiguos
compañeros de estudios y fatigas. Uno de ellos, Fabro, en carta
a San Ignacio manifestó: "Despedirnos
fue el mejor consejo, pero ¡sabe Dios! que ya con Javier no nos
volveremos a ver en la tierra hasta que nos reunamos para
siempre en el cielo" (EX,
11, 9).
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MISIONERO VIAJERO
Cuatro grandes viajes
realizó Javier en tan sólo once años y medio
de apostolado misionero, además de otros muchos menos importantes:
PRIMER VIAJE: Desde el puerto de Lisboa a la India (1541 - 42).
SEGUNDO VIAJE: De la India a las islas Molucas (1545 - 46).
TERCER VIAJE: De la India al Japón (1549 - 51).
CUARTO VIAJE: De la India al Japón (1552).
En total, más de 100.000 Km.
de recorrido; es decir, dos veces y media la vuelta a la Tierra.
Correspondía a Javier una doble labor:
a) CON LOS PORTUGUESES. Fue el
apóstol incansable que con su predicación continua, su amistad con los
grandes pecadores, su autoridad y prestigio extraordinarios, hizo revivir
la fe y la moral de gobernantes, comerciantes y soldados portugueses.
b) CON LOS PAGANOS. Esta fue la
labor principal a la que se dedicó con
toda la fuerza y entusiasmo de su espíritu.
RUMBO AL JAPÓN
Llegó al Japón
tras peripecias incontables.
Intelectual y moralmente el Japón
era muy superior - a pesar de
sus defectos - a todos los demás pueblos evangelizados.
Los japoneses no abrazarán la Fe tan pronto como
lo hicieron los paravas o los macuas. Pero, una
vez convencidos de la Verdad,
la seguirán sin vacilar, profesarán un cristianismo
auténtico y hasta se convertirán
en magníficos propagandistas
del Evangelio.
Dos años pasó
Javier evangelizando en Japón.
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MUERE FRENTE A LAS COSTAS DE LA CHINA
Sancián o Sanchón
es una pequeña isla de 38 km. de larga por unos 22 km. de
ancha. Aunque hoy sus habitantes pasan de 10.000, en tiempos del
Santo estaba deshabitada.
Es un islote árido y poco hospitalario se había
convertido en lugar de reuniones secretas de mercaderes
portugueses y traficantes chinos para sus transacciones
comerciales.
Distaba sólo 10 km. de las costas de China.
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Anhelando disponer de barco que le traslade a China, Javier viajó
hasta Sanchón, donde se establece a la espera de poder llegar a
China.
Allí se siente enfermo de fiebres, que finalmente
acaban con su vida.
"Falleció
un sábado antes que amaneciera, a 3 de diciembre de 1552 en la
isla de Sanchón, en una choza de paja, ajena, diez años después
de haber venido a estas partes"
(MX, 896).
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