Orando con la Biblia
La "lectio" divina
Antes de comenzar…
Busco un lugar donde pueda tener soledad y silencio
Me ubico en una postura cómoda.
Trato de serenarme interiormente, dejo mis preocupaciones de lado, me olvido por un momento de mis problemas.
Le pido a Dios que en este momento de oración que voy a vivir me ayude a aprovecharlo al máximo, a escucharlo a El, a vivirlo intensamente.
Le ofrezco a Dios mi enfermedad, para que una mi pequeño sacrificio al gran sacrificio de la Cruz. Le ofrezco este momento de oración con la Palabra por mi santificación, por la conversión de todos los pecadores, por los que aún no lo conocen, por los misioneros que, como yo misionan desde su enfermedad y por los que recorren los caminos predicando la Buena Noticia, y especialmente por todos los enfermos y ancianos del mundo.
Busco el texto que voy a leer. Puedo buscar el texto del evangelio que corresponde al día, o tal vez voy leyendo día a día un trocito de un mismo Libro de la Biblia, o bien puedo elegir un texto cualquiera.
1.- Lectura: ¿Qué dice?
Leo atentamente el texto, aún cuando ya lo haya leído o escuchado antes, lo hago como si fuera la primera vez.
Una vez leído, intento reconstruir en mi mente lo que decía el texto. Trato de recordar ¿Qué dice? Si no lo recuerdo bien, vuelvo a leer.
Si era una historia o una parábola, identifico los personajes, qué hacen y dicen cada uno. Intento descubrir por qué hacen y dicen lo que cuenta el texto.
Si se trataba de consejos o anuncios, intento ver por qué han sido dichos, qué significan.
Intento entender bien lo que dice. Si no entiendo, busco ayuda, pregunto.
Leo las notas al pie que corresponden al texto leído: ellas me ayudarán a entender mejor.
2.- Meditación: ¿Qué me dice?
Me pongo en la presencia de Dios que quiere hablarme hoy a mí.
Busco descubrir qué quiere decirme Dios con ese texto
Para ello, si el texto es una historia o una parábola, me identifico con algún personaje. Trato de ver por qué me siento identificado con él. En qué se parece mi vida a la suya. Busco ver sus actitudes y compararla con las mías. Pienso en mi vida, en qué se parece al hecho narrado.
Si el texto era un consejo, un anuncio, me pongo en el lugar de aquellos a quienes va dirigido. Intento descubrir por qué me dice eso Dios, a qué situaciones concretas de mi vida hace referencia.
Elijo alguna frase que me haya llamado especialmente la atención y me detengo en ella.
Siempre tengo en cuenta para entender mejor el mensaje de la lectura, mi situación personal como enfermo y mi ser misionero.
Luego hago silencio y dejo que Dios me hable e mi interior. Trato de no ser yo quien saca conclusiones, quien razona, sino que dejo que sea El quien hable.
3.- Oración: ¿Qué le digo a Dios?
Hablo con Dios. Le digo con sencillez lo que me nazca a partir del texto leído y meditado. Dentro mío van brotando distintas reacciones: dolor, pena, deseo de cambiar, alegría, paz, gozo, etc. Todo eso que siento se lo digo a Dios.
Puedo pedirle perdón, fuerza, coraje, ayuda para enfrentar alguna situación de mi vida sobre la que me hizo reflexionar el texto.
Puedo agradecerle, alabarlo por lo que descubro que El me da.
Puedo prometerle que voy a cambiar algo en mi vida, según me haya inspirado el texto, o que voy a hacer algo concreto: pedir perdón a alguien, hacer algo por otros, dejar de hacer algo que me daña o daña a otros…
Puedo poner en sus manos alguna situación difícil y que no está a mi alcance cambiar.
Tengo en cuenta como misionero, que en mi oración pido por los que no conocen a Cristo, por los misioneros del mundo entero, y por todos los que comparten conmigo la situación de enfermedad o ancianidad.
Hablo con El como lo haría con un amigo cercano con quien tengo plena confianza.
Vuelvo a hacer silencio para escuchar lo que El quiera decirme…
4.- Contemplación: Estar con Dios…
Dejo que mi corazón se aquiete, acallo mis palabras y simplemente me permito "estar" con Dios.
En el silencio siento la paz de estar con Dios, siento que lo amo, que tengo confianza en El.
Me encuentro con Dios afectivamente y simplemente disfruto ese momento.
Hago carne las palabras de san Pablo: Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí.
5.- Acción: Mi vida continúa…
Vuelvo a mi realidad, a mi vida, a mi contexto y analizo: qué cambio o acción concreta me pide Dios en este día. Veo por dónde tengo que comenzar, qué puedo hacer en lo inmediato.
Asumo un compromiso concreto y se lo digo a Dios.
¡Misión cumplida! Ahora sólo me queda poner en práctica lo que he descubierto en este diálogo con Dios a través de su Palabra, para que la semilla no quede entre espinas, ni entre piedras, ni al costado del camino, sino que dé mucho fruto…