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Anexo 4
Modelos y Patronos de los Grupos Misioneros
a.-
MODELOS
Jesús:
el Primer Misionero, Enviado del Padre
Jesús
es el modelo por excelencia que todo cristiano debe seguir. El es el Misionero
del Padre, que ha sido enviado para anunciar la Buena Noticia del
Reino de Dios (EN 6). Jesús, Evangelio de Dios,
es el primero y más grande evangelizador (EN 7).
Ser
cristianos significa imitar a Cristo, pues su persona, su vida, y sus palabras,
son para todos un estímulo y un modelo. Encarnamos su amor, su obediencia, su
servicio, su vida de oración, para revelar el amor del Padre a todos los
hombres. Es “el modelo” por excelencia para que todos
lleguen a ser buenos misioneros.
María:
la Primera Misionera
Ella,
que es la madre de Jesús, y también nuestra madre, es el modelo a imitar en su
actitud de escucha, meditación y vivencia de la Palabra de Dios. Nos enseña
también a aceptar la voluntad del Señor, a ser humildes, sencillos y
dispuestos a servir a los demás. En la mañana de Pentecostés, ella presidió
con su oración el comienzo de la evangelización bajo el influjo del Espíritu
Santo. Sea ella la estrella de la evangelización siempre renovada que la
Iglesia, dócil al mandato del Señor, debe promover y realizar, sobre todo en
estos momentos difíciles y llenos de esperanza[1]
Pablo:
el gran Misionero
San
Pablo tiene conciencia de haber sido elegido por Dios para consagrarse
enteramente al anuncio del Evangelio. Polemizando con los corintios llegará a
decirles: «no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio» (1
Cor. 1,17). Sabe que su misión consiste en evangelizar, en anunciar a Cristo,
poniendo así el fundamento sobre el cual otros continúen construyendo (1 Cor.
3,10). Pablo es un gran modelo de misionero, no sólo por su prolífica acción
misionera, sino también por su profunda espiritualidad misionera que se expresa
en su celo apostólico, su clara conciencia de ser un instrumento de Cristo (Cfr
1Cor 3,5-9), su identificación con Cristo al punto de que “ya
no es él quien vive, sino que es Cristo quien vive en El” (Gal 2,20).
b.-
PATRONOS
San
Francisco Javier
Fue
el gran apóstol de los tiempos modernos, como San Pablo lo fue de los antiguos.
Misionero de soberana grandeza, nos pasman sus obras portentosas. Fue el gran
conquistador de Oriente, que iba abriendo camino a un ejército de misioneros.
Despertó
el espíritu misional de la cristiandad. Decía el jesuita Araoz que Javier no
hacía menos fruto en España y Portugal con sus cartas, que en las Indias con
su predicación. Sus cartas maravillosas se copiaban y enviaban por todas
partes. San Ignacio las multiplicaba. Juan II de Portugal, el rey misionero,
quería que se leyeran en todos los púlpitos. Suscitaban vocaciones misioneras
en todos las universidades. Que el ejemplo de su vida siga suscitándolas.
San
Francisco Javier nació en el Castillo de Javier (Navarra, España) en 1506. Su
madre se llamaba María de Azpilcueta y su padre Juan de Jaso. Fue bautizado en
una iglesia del castillo, la Iglesia de Santa María. Era el pequeño de cuatro
hermanos: Magdalena, Ana, Miguel y Juan, y fue su madre quién desde pequeño le
enseñó a rezar, acudiendo todos los días con él a la capilla del Castillo.
En
1525, se marchó a París a estudiar. Allí conoció a su mejor amigo, Ignacio
de Loyola (quien sería más tarde el fundador de la Compañía de Jesús),
quien en los momentos difíciles en París, como por ejemplo, problemas de
dinero que tuvo Javier, nunca lo dejó solo y siempre le ayudó. Ignacio de
Loyola, le fue acercando poco a poco a Jesucristo, mediante la oración y en la
práctica, con detalles, que le ayudaban a Javier a darse cuenta del poco valor
de los bienes de la tierra y de lo mucho que valía ayudar a los demás y enseñarles
la fe.
Poco
a poco, Jesucristo fue ganando espacio en la vida de Javier, y cuando acaba sus
estudios, ya ha decidido dedicar su vida a enseñar a los demás hombres la fe
en Dios.
Viaja
a Roma con Ignacio, para presentarse ante el Papa Pablo III.
En
1537 es ordenado sacerdote en Venecia, y en 1541, el mismo día de su 35 cumpleaños,
parte desde Lisboa hacia la India, donde comenzará la parte más importante de
su vida: la de misionero.
San Francisco Javier, propagó
la fe cristiana por la India, Oceanía, Japón y China en sus viajes como
misionero:
§
Sale
de Lisboa y llega a la India, donde se detiene tres años y tres meses
§
Sale
de Goa (India) para Malaca (Malasia), donde estará seis meses.}
§
De
Malaca llega a Amboino (Islas Molucas), recorriendo varias islas predicando
durante cerca de año y medio.
§
De
Amboino vuelve a Malaca, y tras mes y medio ahí, vuelve a la India, quedándose
un año y dos meses.
§
Sale
de Cochin (India) rumbo al Japón, donde predicará durante dos años y tres
meses.
§
Vuelve
de Japón a la India, deteniéndose brevemente en Malaca.
En
su último viaje, salió de la India con intención de llegar a China, pero en
la isla de Sancian, cayó enfermo. A pesar de encontrarse muy mal y tener mucha
fiebre, no se quejaba, ni pedía nada, solamente le rezaba a Jesús y María.
Murió
el 3 de diciembre de 1552 en la isla de Sancian, frente a las costas de China,
el gran apóstol de las Indias y del Japón. Tenía 46 años. Había recorrido
120.000 kilómetros, como tres veces la tierra. Había ido robando corazones
para Dios. Quien miraba su rostro simpático y sonriente, que reflejaba lo
divino, se sentía alegre y mejor. Cuando predicaba, más que sus argumentos,
convencía con su santidad y con la fuerza de sus milagros.
Fue
canonizado junto a San Ignacio, Santa Teresa, San Isidro Labrador y San Felipe
Neri por el Papa Gregorio XV, el 12 de Marzo de 1622. Y en 1904. San Pío X le
nombra Patrono de las Misiones.
La
semilla que sembró ha dado frutos en todo Oriente, y hoy en día San Francisco
Javier sigue siendo faro de luz para aquellas comunidades cristianas.
Santa
Teresita del Niño Jesús
Santa
Teresita de Lisieux es modelo de oración y sacrificio por las Misiones. Si bien
esta joven monja carmelita de clausura nunca realizó actividad
misionera específica, su profundo
amor a las misiones la ha hecho merecedora del título de Patrona Universal de
las Misiones por ser el ejemplo perfecto de lo que es la cooperación misionera
espiritual.
Nace
el dos de enero de 1873 en Alencon, Francia.
Su padre Luis Martín era relojero, y la mamá Acelia María, costurera.
Cuando
Teresita tiene 14 años, decide entrar como hermana Carmelita donde ya están
sus dos hermanas mayores, pero en el convento no aceptan niñas de esa edad.
Entonces Teresita tiene la osadía de acercarse al papa León XIII en medio de
una peregrinación y le expresa su deseo de ser Carmelita. En abril de 1888 es
admitida en el convento de las Carmelitas en Lisieux.
Las religiosas notaron desde el primer día en ella equilibrio emocional
no común en las niñas de esa edad de 15 años, y el Director espiritual quedó
admirado de que esta joven no vivía de vanas ilusiones, sino que tomaba la vida
con seriedad y paz.
El
8 de septiembre de 1890, a la edad de 17 años, hace sus votos o juramentos de
pobreza, castidad y obediencia, y queda constituida hermana Carmelita, hermana
Teresita del Niño Jesús.
Uno
de los principales deberes de las hermanas Carmelitas es orar por los
sacerdotes, Teresita consideró este deber como uno de los más importantes de
su vida. Todos los sacrificios que
le tocaba vivir en su vida de convento, los ofrecía con amor por la conversión
de los pecadores.
En
la noche del Jueves Santo de 1896 Teresita sufre la primera señal grave de la
enfermedad que la iba a llevar al sepulcro: la tuberculosis o tisis. Esa noche
un vómito de sangre le anuncia – como dice ella misma – que "el Amor
de los amores vendrá ya muy pronto a llevarme al paraíso". Su terrible
enfermedad dura 18 meses, que son un verdadero martirio pero sobrellevado con un
valor, una calma y una alegría verdaderamente admirables. De vez en cuando
tiene que salir a pasear por el jardín por orden del médico. Cada paso que da
es como un puñal que se clava en sus pulmones enfermos. La enfermera le dice:
"Teresita, ya que sufre tanto al caminar, no camine más", y ella le
responde: "Sigamos. Es que cada paso doloroso que doy lo ofrezco por un
misionero que esté en peligro de desanimarse de su vocación". Las
misiones y los misioneros son el tema de todas sus oraciones y el fin por el
cual ofrece su enfermedad dolorosa y agotadora. Por eso la nombran después
Patrona de las misiones y de los misioneros.
Su
gran descubrimiento lo narra ella misma. "Buscaba en la Sagrada Escritura
cuál sería el mejor método para agradar a Dios, hasta que al fin descubrí en
la segunda carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 13: "Si yo no
tengo amor, nada soy", y descubrí que mi oficio en la Iglesia era el amor:
amar a Dios con todo el corazón y con toda al alma, y sobre todas las cosas, y
amar al prójimo como uno se ama a sí mismo. Y mi "Caminito" será el
de la "Infancia espiritual": ser siempre como un niñito necesitado,
ante mi Padre Dios". Este "Caminito" de Santa Teresita lo han
seguido después muchas personas y han logrado admirables éxitos en santidad,
en alegría y paz.
En
junio de 1897 la llevan a la enfermería y ya no vuelve a salir de allí. Desde
el 16 de agosto ya no puede recibir la comunión pues sufre de vómitos
continuos. Llega a exclamar: "Nunca había imaginado que yo pudiera llegar
a sufrir tanto", pero se conserva siempre alegre, contenta por poder sufrir
por Cristo y por la salvación de las almas y la santificación de los
sacerdotes.
El
30 de septiembre de 1897 exclama: "No me arrepiento de haberme dedicado a
amar a Dios", y dulcemente expira como quien se queda plácidamente
dormida. Tenía 24 años. Antes de morir ha pedido que no lleven flores a su ataúd,
sino que ese dinero lo gasten en ayudar a gente pobre. Su entierro es humilde, y
en el solar del convento queda sepultada, como una ignorada y pobre mujercita de
pueblo.
Pero
empieza a obtener una serie de milagros, favores y gracias tan admirables que su
devoción se riega por todo el mundo como un incendio por un lago de
combustible. Y es tanta, tanta la gente que la invoca, que el Papa Pío XI,
contrariando la antigua tradición de no declarar santo a nadie antes de que
cumpla los 50 años de haber muerto, la canoniza o declara santa en 1925, sólo
27 años después de haber pasado a la eternidad. Como una de las principales
obligaciones de las carmelitas es pedir por las misiones, no es extraño que, en
1927, Santa Teresita fuera nombrada Patrona
de todas las Misiones Extranjeras, junto con San Francisco Javier. Dijo
Teresita: "Quisiera ser misionera ahora y siempre y en todas las
misiones."
Su
fiesta se celebra cada año el 1º de octubre y los favores que Santa Teresita
sigue obteniendo a los que le rezan con fe y a quienes leen su autobiografía
"Historia de un alma", son incontables. Una vez más se cumple la
profecía de Jesús: "Los últimos de este mundo, serán los primeros en el
Reino de Dios".
San Francisco Solano
Misionero
franciscano del siglo XVI, es considerado apóstol de América, tanto por la
extensión de su labor misional como por las huellas que dejó a su paso. No sólo
recorrió gran parte de Perú de entonces, sino también otros cinco países de
América del Sur. En nuestro país, dejó una profunda huella misionera en el
noroeste Argentino.
Ordenado
sacerdote a los 20 años, desarrolla sus primeros 20 años de sacerdote en España.
A los 40 años, entusiasmado por las experiencias que escucha de otros hermanos
de hábito, solicita pasar a América para desarrollar aquí su actividad
apostólica. Anteriormente había solicitado ser enviado a Africa, pero su
pedido no había sido aceptado.
Ya
en América, es destinado a la región del Tucumán (actual noroeste argentino).
Por más de 14 años recorrió el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río
de la Plata, Santa Fe y Córdoba de Argentina, siempre a pie, como misionero y
doctrinero, convirtiendo innumerables indígenas y también muchísimos colonos
españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer del fervor
religioso.
La
labor de los misioneros en el territorio americano era ardua. No sólo por las
dificultades del terreno, en un país cruzado por montes y ríos y en su mayor
parte deshabitado, sino que había que vencer la resistencia de los naturales,
recelosos siempre de los españoles, de quienes habían recibido y recibían
muchos abusos y malos tratos, sino, además, romper con las dificultades de la
lengua (sólo en el Tucumán se hablaban más de 20 lenguas). Su caridad y
mansedumbre y la pobreza de su hábito le ganó el corazón de los naturales de
la región, a los que catequizaba e impartía los sacramentos. Tan pronto
predicaba como hacía de enfermero, ayudaba en el campo o hacía de albañil. En
la mayoría de los lugares donde estuvo cuentan de él hechos portentosos, como
sacar con su bastón agua de donde no la había, amansar a un toro bravo que
terminó por arrodillarse y lamerle las manos, echar de un trigal a una plaga de
langostas, cruzar sobre su manto el caudaloso río Hondo, ensanchar una viga que
no era lo suficientemente larga, resucitar a un niño indio, tener la ropa seca
después de un fuerte aguacero o predicar al mismo tiempo a miembros de
distintas tribus usando un lenguaje que todos entendían. Se aplicó al estudio
de su lengua y Dios ayudó sus esfuerzos. Aprendió varias de ellas pronto y muy
bien, de suerte que los indios lo consideraban un hechicero por su perfecto
dominio de los distintos dialectos. Se cuenta que aprendió a hablar el toconoté
en 15 días. Tenía también una hermosa voz y sabía tocar muy bien el rabel
(un instrumento con dos cuerdas, semajante al violín) y la guitarra. Y en los
sitios que visitaba divertía muy alegremente a sus oyentes con sus alegres
canciones.
En
Argentina, Santiago del Estero, la desaparecida Esteco, la Rioja y Córdoba
fueron el teatro de su labor evangelizadora. En todos estos lugares dejó las
huellas de su paso y testimonios evidentes de su santidad. En Talavera (Esteco)
y la Nueva Rioja, se conservan sendas fuentes en las que según la tradición,
brotó el agua al conjuro de la voz de Solano.
Luego
de esto, es llamado al Perú para hacerse cargo de la Recolección franciscana
(Convento de los Descalzos), que acababa de fundarse a las afueras de la ciudad
de Lima, cargo que acepta sólo por obediencia, puesto que “su vida era misión”
y el cargo para el que lo solicitaban no le permitiría seguir desarrollando la
actividad misionera tal y como lo había hecho los últimos años. En Perú
dedicándose de lleno a la oración y a la penitencia, de modo que sus claustros
quedan impregnados de sus excelsas virtudes.
Su
vida penitente, sus trabajos y privaciones lo habían desgastado
considerablemente, y por ello en 1610 se le traslada a la enfermería del
convento de San Francisco de Lima, donde tras una breve enfermedad, muere el 14
de julio. Su entierro fue monumental, asistiendo toda la ciudad, desde el virrey
y el arzobispo hasta los más humildes, todos con la misma idea de haber
asistido al entierro de un santo.
El
mismo año de su muerte comenzaron las informaciones sobre su vida y virtudes,
las cuales dieron por resultado que el Papa Clemente X lo beatificara en 1675 y
Benedicto XIII lo proclamase santo en 1726.
Francisco
Solano es patrono de los terremotos, de la Unión de Misioneros Franciscanos y
del folklore argentino. También es patrono de Montilla y de numerosas ciudades
americanas como Lima, La Habana, Panamá, Cartagena de Indias, La Plata,
Ayacucho y Santiago de Chile, entre otras. El día de su muerte, figura en los
almanaques de Argentina como “Día del Misionero”.
Notas:
[1] EN 82