LA CRUZ DE MATARÁ
Un símbolo misionero para América Latina

La Cruz de Matará es un fiel testimonio de la Evangelización de nuestra tierra americana, y una clara muestra de la creatividad y el esfuerzo de aquellos heroicos misioneros, por inculturar el Evangelio en las culturas nativas de este continente.

 

En el 1° Encuentro Nacional de Grupos Misioneros (1991), la Cruz de Matará acompañó la marcha por las calles de Posadas (Misiones), junto al corazón de San Roque González, y en el 2° Encuentro Nacional (1998), presidió el Escenario montado frente a la Plaza Principal de Tucumán. También en el 6° Congreso Misionero Latinoamericano (Co.M.La 6 / CAM1) tuvo un lugar destacado, y fue entregada a los congresistas provenientes de todo el continente. Hoy, muchos Grupos Misioneros del noroeste argentino, utilizan la Cruz de Matará como signo de su Compromiso Misionero.

 

Debe su nombre a los Matarás, una tribus de naturales que habitaba una zona ubicada al sudeste de Santiago del Estero (Argentina), por entonces capital del Tucumán. Se estima que la cruz fue tallada alrededor del año 1594 (año que parece deducirse de los símbolos grabados en la misma ) por los jesuitas que evangelizaron a los matarás, para transmitirles la Buena Noticia de manera gráfica, dado que ellos eran analfabetos, o por alguno de los naturales.

 

Finalizados los tiempos de la Evangelización, la cruz pasó de mano en mano durante varias generaciones hasta dar por fin con la familia de don Amelio Sosa Ruiz, que la recibió en herencia y la mantuvo en custodia por años.
 

En el año 1961 se crea la diócesis de Añatuya, a la cual pertenece hoy el territorio que habitaron los Matará, y su primer Obispo monseñor Jorge Gottau, entró en conversaciones con la mencionada familia para volver al culto de la añeja reliquia. La Cruz estuvo entronizada en la Catedral de Añatuya, en espera de que se construyese un templo en Matará para albergar la cruz, y hubiese allí sacerdotes permanentes, para reintegrarla a su lugar de origen. Finalmente, la iniciativa se cumplió y el mismo prelado fue el encargado de trasladar el tesoro a su ancestral terruño.Una réplica de la Cruz de halla en la Catedral de Santiago del Estero

 

Descripción

La Cruz de Matará es de mistol, una especie arbórea propia de la región santiagueña, familiarizada con el quebracho. Más que un árbol es un arbusto y sobreabunda en la región chaqueña y el noroeste argentino.
 
Está compuesta de dos partes, la madera vertical de 47 centímetros de largo y la horizontal, de 17, unidas entre sí por clavos del mismo material. Las dos partes ensamblan perfectamente debido a la talla practicada en ambas piezas, en la zona de superposición, lo que permite su firmeza.

La parte inferior del madero mayor se angosta a medida que se avanza hacia su base, que se encuentra bastante desgastada porque, en su momento, estuvo calzada en un pedestal, hoy extraviado.
 
Su superficie se halla cubierta por variados motivos tallados salvo en tres sectores y su estado es relativamente bueno pese a sus más de cuatro siglos de antigüedad.

Podemos dividir la cruz en cinco partes: la primera, en el extremo superior, posee tres signos identificados con la A, la O y una M de mayor tamaño. El conjunto ha sido interpretado comparando a la A  (3) con la letra “alfa” y la O (4) con la “omega”, principio y fin de todas las cosas en tanto la M es la inicial de un nombre que, sin ninguna duda es “Matará”. Le sigue debajo un número romano correspondiente al “1” y una cruz griega y a continuación, siempre en línea descendente, la palabra ATA en mayúsculas, y en minúsculas lo que parecen ser una “r” y una “a” con otro motivo que aún no ha sido descifrado. El conjunto, en su totalidad, vuelve a referirse a “Matará” (2) seguido por los números 1, 5, 9 y otro indescifrable que indicarían el año de la cruz o el comienzo de la evangelización en aquella región: 1594. También parece observarse una cruz griega en este sector (13).

 

La segunda parte está tallada sobre el madero horizontal y en ella destaca la figura del Señor crucificado (de la cintura hacia arriba) (8) que se completa en el madero mayor con el resto del cuerpo. Su cintura es sumamente estrecha, el tórax se ensancha y sus brazos se extienden hacia arriba en evidente posición de haber sido clavado. La cabeza está coronada por espinas y se halla enmarcada por una aureola claramente perceptible. Una falda recubre al Señor desde la cintura y sus pies se hallan sobre lo que parece ser un soporte.

 

En la tercera parte, a la izquierda del Señor, siempre en el madero menor, figura un cometa, que es la Estrella de Belén (7) con la luna (6) y el sol (5), evidenciando la primera la muerte del Salvador en plena Pascua y el segundo, símbolo primario de la vida, la luz y la fuerza, cualidades que caracterizaron a Jesucristo, "el sol que nace de lo alto".

 

En la cuarta, a la derecha del travesaño, es decir, del madero menor, se observa el martillo (14) con el que Cristo fue clavado y un cáliz sobre el que descansa una pequeña cruz o dos espigas atravesadas, con una hostia, símbolos indiscutidos de la Ultima Cena y la Santa Misa (9).

 

Finalmente la quinta parte, en el extremo inferior del madero vertical, presenta cuatro segmentos bien diferenciados, el primero aquel en el que se observan los cordeles (11), la lanza (7), la escalera (18) y los clavos (15) utilizados para flagelar a Jesús, atravesarle su pecho, bajarlo de la cruz y crucificarlo; el segundo el que nos muestra al gallo (10) que cantó dos veces cuando la negación de Pedro bajo el cual parecen encontrarse los dados (12) con los que la soldadesca romana se repartió las vestiduras del Señor; el tercero, aquel en el que aparece una figura femenina con rasgos e indumentaria española que simboliza a la Virgen María (16) al pie de la Cruz y el cuarto en el que se observan cuatro lenguas de fuego (19) bajo la cual destaca una extraña figura vestida aparentemente con plumas, (20) que podría representar a un cacique en actitud de súplica, con los brazos cruzados sobre su pecho. El conjunto simboliza a un jefe tribal implorando a María Santísima su intercesión para salir del Purgatorio (las cuatro lenguas de fuego) y la salvación de su alma a través del martirio de Cristo.

El Mensaje de la Cruz de Matará

Corría el año 1594 (1), cuando un grupo de misioneros jesuitas llegó al actual territorio de Santiago del Estero, a orillas del Río Salado, donde vivía una tribu de indígenas llamados Matará (2).

Lo primero fue ganar su confianza para poder conquistar sus corazones. Luego hubo que aprender su lenguaje para poder comunicarse con ellos y hablarles de Jesucristo. Pero ¿cómo podían hacer para que estas personas pudieran recordar el Mensaje, si no sabían leer ni escribir? Era preciso encontrar un lenguaje que fuese común a ambos, para poder inculturar la  Buena Nueva que venían a anunciar. Y así, nació la idea de “escribir” el Evangelio en la Cruz de Matará.

Les dijeron que les venían a hablar de Aquel que es el principio y el fin de todo, el Alfa (3) y el Omega (4). Les venían a hablar de Dios, el que había creado todo por amor. El creó el sol (5) y la luna (6), y puso las estrellas (7) en el cielo.

Les contaron cómo los hombres se habían alejado de Dios, y cómo éste había enviado a su hijo único, Jesucristo (8), para salvarlos. Les contaron de su nacimiento en Belén, de la estrella (7) que guió a los magos, y cómo Jesucristo había pasado por el mundo haciendo el bien, obrando prodigios y milagros.

También les hablaron de la Última Cena, y de cómo Jesús nos había dejado el gran regalo de su Cuerpo y Sangre hechos pan y vino en la Eucaristía (9), antes de ser hecho prisionero. Les hablaron de Pedro, y de cómo lo había negado tres veces antes de que cantara el gallo (10).

Les contaron cómo Jesucristo fue conducido ante Pilatos, quien lo mandó a azotar (11), y cómo los soldados lo despojaron de sus vestiduras y sortearon (12 = dados) su manto.

También les contaron que fue condenado a morir en la cruz (13), y cómo con martillo (14) y clavos (15), fueron clavados sus manos y pies en ella. Les hablaron también de su Madre, la Virgen María (16) que lo había acompañado fiel hasta el final en todos sus sufrimientos, hasta que,  no resistiendo más su maltratado cuerpo, entregó su alma y murió. La luna llena (6) de la Pascua judía fue testigo de la muerte del Hijo de Dios.

Les contaron cómo poco después, un soldado le atravesó el costado con una lanza (17) para comprobar si efectivamente había muerto y cómo bajaron (18) su cuerpo de la cruz para sepultarlo.

También les hablaron de cómo tres días después, Jesucristo resucitó glorioso de entre los muertos para librar a la humanidad de las llamas (19) del infierno que se había ganado al alejarse de Dios, y cómo podían ellos, los Matará (20), hacer suya esa salvación aceptando y honrando a Jesucristo como Dios y Salvador.

Fue así como aquellos primeros misioneros encontraron la manera de anunciar el Evangelio de Jesucristo entre los primeros pobladores de nuestras tierras, quienes recibieron al Dios de Jesucristo en sus vidas para poder adorarlo y glorificarlo desde entonces hasta nuestros días.