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MISION CONTINENTAL |
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Tríptico Misionero de Aparecida
Benedicto XVI ha dejado a los países de América Latina y el Caribe el regalo de su presencia, de su oración, de sus palabras vivificantes y valientes. Junto a ello está el don de este tríptico que representa el “Cristo del envío”. El pueblo creyente lo irá recibiendo, no sólo como una ilustración de verdades. Tal vez lo hará suyo y lo transformará, por la plegaria, en un icono de su devoción cálida y confiada, en una parábola pictórica en la cual se unen el Credo de la fe con la persona del Sucesor de Pedro. La iglesia de Latinoamérica y del Caribe considera como hito inicial de su evangelización un icono: la figura mestiza de María de Guadalupe, representada en la tilma de San Juan Diego. Ahora Benedicto XVI ha retomado esta tradición, y ha entregado a los Obispos participantes del Encuentro en Aparecida, un tríptico evangelizador y devocional. En él se contienen la espiritualidad y el programa pastoral característicos que propone el lema de la V Conferencia: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en él tengan vida. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6)”. El tríptico fluye de la tradición del arte cuzqueño. Con este tríptico del Papa se encuentran simbólicamente en Aparecida, la cultura andina que comparten los países del océano Pacífico con el mundo lusohablante de las costas del Atlántico, al cual pertenece el santuario nacional mariano de Brasil. |
El programa iconográfico se despliega interiormente en ocho cuadros y en otras imágenes menores.
1. El motivo central lo ocupa una
representación de Cristo Resucitado, en la hora del envío misionero de
los discípulos. La radiante figura de Jesús preside la totalidad del
tríptico con el halo de una serena victoriosidad. En los rostros de los
enviados se manifiesta la plural riqueza del pueblo de Dios. Hay
hombres y mujeres. Algunos tienen tez blanca. Otros rostros son de
mulatos, de indígenas, o de mestizos. Hacia el fondo se ve la escena
del Calvario y dos ángeles. En la leyenda se reproduce la
autodefinición del Mesías, las palabras del envío discipular “vayan y
hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19) y el solemne encargo
de la Madre del Señor a su Iglesia.
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3. Vocación de los
primeros discípulos. Pedro y Andrés, de Santiago y Juan son llamados. Las palabras de
elección de Jesús, tienen una réplica humilde de Pedro quien se siente del
indigno para seguir la vocación de apóstol. Desde ahora serán pescadores de
hombres. Los cuatro escogidos aceptan remar mar adentro y echar las redes sólo
“en tu nombre”. El resultado es una abundancia milagrosa. Han dejado todo.
Comienzan la senda del seguimiento discipular.
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5. Encuentro con los discípulos de Emaús. Esta escena muestra como Jesús mismo entra en el dinamismo peregrinante de la Iglesia. Durante el camino, él explica las Escrituras. En la mesa de Emaús, el Resucitado parte y comparte el pan. Pictóricamente la atención se focaliza en la centralidad de la Palabra y la Eucaristía. El texto de la leyenda registra la intensidad del encuentro del discípulo con su Maestro. Es un ardor contemplativo que llevará a un nuevo trayecto misionero hacia Jerusalén. |
6. La venida del Espíritu Santo. Es el nacimiento de la Iglesia. Los apóstoles se congregan en torno a María Madre. Pedro tiene las llaves, como símbolo de su encargo específico en el Colegio Apostólico. “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”. Aparecen las mujeres, de las habla el libro de los Hechos. Unidad en la comunión del Espíritu Santo. Variedad de carismas. Sólo por el vigor divino que el Paráclito les concede, podrán asumir la misión encomendada. |
7. Los discípulos de
Jesús evangelizan. Sucede ahora. Los discípulos entran en la vida de “nuestros
pueblos”. La evangelización ocurre en el diálogo cotidiano. Los discípulos y
misioneros del siglo XXI prolongan el amor y el compromiso de San Juan Diego de
Guadalupe, con la Biblia en la mano. En su tilma va, impresa por el cielo, la
imagen de la Virgen María, discípula perfecta y sabia educadora de los elegidos
por Jesús para evangelizar.
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8. El Padre Eterno y el Espíritu Santo. Corona el tríptico una imagen del padre de Jesucristo. Se le muestra unido al Espíritu al Señor Resucitado. Con este remate, todo el tríptico logra un marcado carácter trinitario, tal como era usual en los retablos de la primera evangelización. Se indica así cuál es la fuente y el destino de la historia humana. Así el Dios Uno y Trino es propuesto como la suprema realidad de amor, en la que se sostienen e inspiran todas las formas de comunión y solidaridad que brotan del evangelio. |
9. En las esquinas superiores de los paneles laterales abiertos, aparecen dos santos emblemáticos del primer siglo del cristianismo. Uno es el gran misionero venido de España, Santo Toribio de Mogrovejo. El Obispo místico realizó una gigantesca obra evangelizadora desde su sede limeña. La otra figura es Rosa de Lima. Representa la recepción del Evangelio por parte de los criollos americanos. Esta laica nacida en una familia de origen dominican, llegó a una alta cumbre de intimidad esponsal con Cristo y de heroica caridad con los pobres. |
10. Cuando el tríptico está cerrado, aparece el escudo papal de Benedicto XVI, y se ve la dedicatoria de mano del Papa con la exhortación señera hacia el futuro: “Sean discípulos y misioneros de Jesucristo, para que vuestros pueblos tengan vida. Aparecida, 13 de mayo de 2007”. El sello final es la Imagen de Nuestra Señora aparecida. En torno a ella se congrega un racimo abigarrado de diversos rostros del pueblo que ella protege y guía por estas latitudes. |