Fuente. Artículo: "Perfil del Misionero"
- Autor: Juventud y Familia Misionera, publicado en
Catholic.net (http://es.catholic.net)
I.
Espiritualidad del misionero
a. El misionero busca conocer cada día más a Cristo y a su fe.
b. El misionero es un hombre apasionado por la salvación de las almas.
c. El misionero es portador del mensaje de Cristo.
d. El misionero es apóstol copado y polarizado por la misión.
e. El misionero es el
hombre- líder, guía de sus hermanos en la fe.
f. El misionero actúa con urgencia en la misión.
g. El misionero es celoso promotor de nuevos apóstoles para la Evangelización.
h. El misionero es un hombre de oración que busca crecer en santidad.
i. El misionero se entrega sin cálculo ni medida, con audacia e intrepidez.
j. El misionero trabaja con método, disciplina y deseo de superación
constante.
k. El misionero fundamenta su fe en la resurrección de Cristo.
l. El misionero es testimonio de alegría que convence.
m. El misionero cuida la fe católica de sus hermanos y lucha por
incrementarla en su propia vida.
II. Las
cualidades de los apóstoles de la Nueva Evangelización
Para salir a predicar el Evangelio es necesario ante todo formar un
corazón apostólico. Y hay que recordar que se es apóstol desde
dentro.
Se es apóstol, como lo fue San Pablo, por vocación,
porque Cristo nos ha llamado a extender su Reino, porque la vocación
cristiana es esencialmente vocación al apostolado, porque quien ha renacido
como hombre nuevo en Cristo por el bautismo, se compromete a dar testimonio de
Él ante los demás. Se es apóstol en la medida en que el hombre está unido
a Cristo por la gracia, y se identifica con su misión redentora.
La urgencia del apostolado viene desde dentro, desde el amor que cada uno de
ustedes profese a Cristo en su corazón. Ser apóstol es, pues, un componente
esencial del ser cristiano. Por ello, predicar el Evangelio no es una tarea más
al lado de otras muchas. Es la misión en torno a la cual el cristiano debe
polarizar su vida. No se es apóstol por horas o por días. O se es apóstol o
no se es. O se tiene mensaje o no se tiene.
Para formar un corazón de apóstol, les aconsejo que pasen largos ratos a los
pies de Cristo Eucaristía.
Sólo el amor a Cristo da la fuerza para
"salir de sí mismo". Salir de sí: ésta es la condición
indispensable para "salir a predicar".
El mejor apóstol es quien logra ser una imagen de Cristo. Entonces la vida
misma es predicación y la evangelización es el testimonio de una vida
plenamente fundada en el Evangelio.
Movido por el amor a Cristo, el apóstol es luchador,
es militante. El apóstol concibe su misión como una lucha constante
contra las fuerzas del mal que existen tanto dentro como fuera de él. Es el
Señor quien da la fuerza para pelear en este combate. Y es Él también quien
da la victoria y la recompensa.
El apóstol es magnánimo. Sabe que ha sido
llamado por Cristo para cosas grandes y que no tiene tiempo para detenerse en
lamentaciones o pequeñeces, ni puede distraerse en lo que no sea esencial. El
apóstol debe tener ante todo un gran corazón en
donde quepa todo el mundo, pues a todo el mundo ha sido enviado a predicar. Su
espíritu ha de estar siempre a la altura de la misión encomendada. Grandes
deben ser sus aspiraciones, grandes sus deseos de lucha, grande su capacidad
de amar y de donarse.
El apóstol es tenaz, fuerte y perseverante. El
apóstol ha de ser tenaz para no desistir del esfuerzo; fuerte para combatir
sin desmayo hasta el final, hasta el "todo está consumado";
perseverante para no dejarse vencer por el capricho o la veleidad. Sólo una
voluntad firme y bien disciplinada, fundada en el señorío de los
sentimientos y emociones, podrá perseverar hasta lograr el objetivo.
La lucha será continua. Toda la vida hay que combatir. Por ello, se necesitan
apóstoles convencidos de la necesidad de la laboriosidad y de la paciencia
como componentes intrínsecos de su misión; hombres habituados a la tenacidad
esforzada.
El apóstol es realista. El apóstol no puede
dejar de ver con claridad cuál es la situación real del campo que le toca
evangelizar, ni la de su propia vida, ni las circunstancias concretas en que
debe de trabajar. Trabajar con realismo es trabajar con inteligencia, apoyándose
en el conocimiento de las dificultades que entraña la consecución de los
objetivos y de los elementos positivos con que cuenta para lograrlos.
El apóstol es eficaz en su labor. La eficacia
del apóstol viene del hecho de que se compromete a hacer todo lo posible,
humanamente hablando, para cumplir con la misión que Cristo le confía. No se
detiene ante costos ni sacrificios. Para él no existen obstáculos
infranqueables. Sabe que debe poner al servicio del Reino sus mejores talentos
y que la causa del Evangelio no le permite trabajos ni rendimientos a medias.
El apóstol es organizado. Trabaja siempre de
manera sistemática, ciñéndose a un programa que él mismo se ha trazado. La
organización permite al apóstol rendir al máximo en su trabajo pues
trabajar es el arte de la eficacia. Todo esto requiere reflexionar antes de
actuar, trazar objetivos, analizar dificultades, planear estrategias, proponer
soluciones, ponerlas en acción y evaluar los resultados.
El apóstol está atento a las oportunidades. No
pierde la mínima oportunidad que le prepara la providencia para hacer el bien
y difundir el mensaje de Cristo.
El apóstol es sobrenatural en sus aspiraciones.
Al apóstol no le basta la visión humana de la realidad. Debe saber percibir
la presencia misteriosa de Dios que lo invita continuamente a lazarse más allá
de lo que parecería humanamente aconsejable. Emprende obras de envergadura
basado en la convicción de que Dios le dará las gracias para realizarlas.
Las aspiraciones y los criterios del apóstol no son los de este mundo. Son
los del Evangelio. Quien vive así tiene asegurado el triunfo y contagia a los
demás su convicción.
Cuestionario introductorio
a. ¿Cuáles son mis actitudes ante esta misión? ¿En qué plan vengo?
b. ¿Alguna vez, ser católico me ha costado algo? ¿He tenido que defender mi
fe en algunas circunstancias?
c. ¿Hasta dónde soy capaz de llegar por Jesucristo? ¿Qué sería capaz de
hacer por Él?
d. ¿Me doy cuenta de que lo que yo no haga en estos días, nadie podrá
hacerlo? ¿He pensado alguna vez en que hay almas que dependen de mi
sacrificio, oración y entrega en esta misión?
e. Qué hay en mi corazón ahora: ¿cobardía? ¿comodidad? ¿pereza? ¿miedo?
¿generosidad? ¿deseos de hacer algo por Cristo, por la Iglesia, por defender
mi fe, por ayudar a mi prójimo?
f. ¿Estoy en disposición de aceptar a los demás como son? ¿Tengo la
disposición de compartir todo con los demás?
g. Algo que ayuda a la organización general es: la puntualidad, la
servicialidad, el trabajo en equipo, ¿estoy dispuesto a vivirlo?
h. ¿Cuáles son mis metas en estas misiones?