Entrevista al Cardenal de Honduras y Obispo de Tegucigalpa SE Oscar Rodriguez Maradiaga

 

 Entrevista realizada por el RP Roberto Lorenzetti (Misiones Consolata) y Miguel Angel López Mena (El Portal de los Misioneros), en el marco del 2º Congreso Americano Misionero, Guatemala, Noviembre de 2003

Cardenal, en su conferencia Ud. comentó  que aún no dimos todo lo que teníamos que dar, que aún tenemos una deuda pendiente con toda la Iglesia. Cuáles serían las causas?

 

La causa principal consiste en que miramos sólo hacia adentro, que tenemos “mentalidad de campanario”: comencemos aquí, qué pobres somos, cuántas dificultades tenemos, y lo que los sicólogos llaman, que tenemos la autoestima sumamente baja. Entonces, lo primero que tenemos que reconocer son todas las bendiciones que hemos recibido del Señor a través de la fe y cómo esa fe ha dado frutos. Nosotros no solamente tenemos problemas. También tenemos realizaciones, tenemos  cosas sumamente positivas que nos ayudan verdaderamente a poder aportar algo. Por consiguiente,  necesitamos recuperar lo que yo diría una “autoestima espiritual” y “autoestima eclesial” porque ya no somos una Iglesia indigente y una Iglesia subdesarrollada. Tenemos valores; el Espíritu Santo ha hecho florecer muchas cosas, que tal vez no las vemos por esa espiritualidad de campanario. Creo que en primer lugar debemos descubrir todas esas cosas positivas para poder sentirnos más impulsados la misión.

 

En segundo lugar cabe destacar el hecho de no habernos integrado suficientemente como continente americano ha hecho que venga decayendo en el aspecto misionero. O sea: estamos también con una mentalidad solamente de la problemática nacional. La integración es para nosotros también una condición de la misión porque sin la integración no descubrimos esa dimensión del diálogo. Y ese diálogo es indispensable para que podamos volver al ímpetu misionero. Ese diálogo de San Francisco Javier.

 

Y finalmente yo creo que nosotros debemos sentir un corazón misionero. Mientras nuestro corazón no arda como el de San Pablo al ritmo de “Ay de mí si no evangelizo!” seremos pobremente misioneros.

 

Podemos hablar del ALCA como un nuevo sometimiento de América para con el resto y qué aporte como Iglesia podemos dar al respecto?

 

Yo me encuentro muy preocupado por el ALCA, precisamente porque lo veo como un movimiento simplemente económico, de los más ricos para tener más riquezas. Porque en el fondo, en la base del ALCA no encontramos la preocupacion por el bien común. No dice “alivio de la pobreza”. No dice “mejoramiento de las condiciones de vida de los que viven infrahumanamente”. Dice que va a aumentar las exportaciones, que va a aumentar los mercados, que va a aumentar las riquezas... Pero ¿de quién? De los que ya la tienen.  Entonces yo creo que si el ALCA no tendrá un componente social fuerte, entonces será  un instrumento de sometimiento.

 

Entonces para nosotros, la fuerza se llama solidadridad. La solidaridad es la respuesta católica al desafío de la pobreza.

 

Monseñor: una reflexión sobre Misión Ad Gentes y ese gigante dormido que es el laicado

 

Yo creo que más que nunca, tenemos que hacer que nuestro laicado sienta y vibre con un corazón misionero. Toda las semanas veo en mi diócesis, que viene un avión con grupos principalmente de jóvenes con camisetas con la leyenda “Salvemos a Honduras – Misión Bautista”. Están una semana, están diez días, hacen alguna obra apostólica  y se van. Yo pienso. ¿Por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? ¿Por qué nuestros laicos no se sienten todavía llamados a poner un poquito de su plata y de su tiempo para ir a algún lugar? No digo ir al Africa, sino tal vez en su misma nación, ir a difundir la Buena Nueva, a dar testimonio de la misma. Hemos despertado el sentido misionero. Yo siento que el Evangelio es muy claro. Usa unos verbos muy dinámicos: crecer, fructificar, florecer. San Pablo es todavía más claro. Usa verbos atléticos: competir, correr... Y entonces vemos que muchas de nuestras parroquias se han convertido en unas inmensas playas de parqueo. Y el cristiano parqueado no tiene sentido. El cristiano tiene que estar en ese movimiento de evangelización. Ahí está una de las claves para la misión ad gentes: despertar a nuestro laicado misionero.