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Servidor
de los Enfermos y Ancianos Misioneros
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1.- La Iglesia es Misionera
porque… |
- Cumple el mandato dado por
Jesucristo a los apóstoles: "Vayan y hagan que todos los pueblos sean
mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he
mandado." (Mt 28,16-20a)
- Hoy, 2.000 años después de este
mandato, esta misión está aún lejos de cumplirse (RM1). Dos terceras partes
de la humanidad no conocen a Jesucristo, y muchos de los que se llaman
cristianos, viven una fe superficial y vacía. Hoy, más que nunca, es urgente
que el Mensaje de Salvación sea conocido y recibido por todos los hombres, de
todo el mundo.
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Todo aquel que conoce y ama a Jesucristo, y que hace que otros también lo conozcan y lo amen.
- Todo cristiano que colabora con la tarea principal de la Iglesia, que es propagar el Evangelio por el mundo, ya sea predicando activamente, o apoyando a los misioneros con su cooperación espiritual mediante la oración, o con su cooperación material.
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3.-
Un Enfermo Misionero es… |
Quien, corresponsable en la obra misionera de la Iglesia, ofrece con alegría y paciencia su dolor y soledad para la redención de todos los hombres.
Un cristiano que ora por la propagación del Evangelio en toda la tierra y por la conversión de los que no conocen a Cristo.
Quien ofrece su dolor por la santificación de los misioneros de todo el mundo, y de los agentes de pastoral que trabajan con los enfermos y ancianos.
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4.-
Compromisos del
Enfermo y el Anciano Misionero |
Hacer de mi enfermedad y sufrimiento, un medio de santificación, sintiéndome partícipe de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo a la que estoy vinculado desde el Bautismo y a través de la Eucaristía.
Ofrecer diariamente mi dolor por propagación del Evangelio en toda la tierra, junto con mis oraciones por las misiones y misioneros del mundo, por todos los que asisten, visitan y acompañan a los enfermos en todo el mundo, y por todos los enfermos inscriptos en la Unión de Enfermos y Ancianos Misioneros.
Aceptar y ofrecer con paciencia y alegría, mis sacrificios, angustias, soledad, limitaciones y otras circunstancias de cada día por todas aquellas personas que aún no conocen a Jesucristo y por su conversión.
Testimoniar con mi ejemplo vivo e irradiar mi fe, mi esperanza y caridad a los miembros de mi propia familia, a mis amigos y a los otros enfermos.
Unirme a Jesucristo con la oración, con la práctica de los sacramentos (unción de los enfermos, reconciliación y eucaristía) y ofrecerme diariamente como hostia viva al Padre Dios, en el cáliz del sufrimiento y de las limitaciones de mi enfermedad o edad.
Sentir la cercanía maternal de la Virgen María quien, de pie junto a la cruz, contribuyó como ninguna en la obra de nuestra redención desde su propio sacrificio, y encomendarme a ella con sentido filial.
Meditar y profundizar los misterios de la vida, pasión y muerte y resurrección del Señor, principalmente a través de la lectura de la Biblia, para encontrar en ellos la fortaleza para luchar contra todo lo que pueda ser ofensa a Dios o al prójimo.
Ser yo también apóstol para otros enfermos, orando por ellos, apoyándolos en su enfermedad mediante cartas, llamadas telefónicas, visitas si me es posible.
Ofrecer mi dolor por la santificación y perseverancia de los misioneros, y de los agentes pastorales que trabajan con enfermos y ancianos en todo el mundo.
Rogar por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales, de personas comprometidas con la evangelización y especialmente de la atención pastoral de los enfermos y ancianos.
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5.-
Fundamentos de
la Misión
del Enfermo y el Anciano |
Como Cristo… El Hijo de Dios asumió la condición humana en todas sus dimensiones y con todas sus consecuencias y riesgos: pobreza y limitaciones desde su nacimiento, esfuerzos como obrero artesano de la madera, sin morada fija "no tiene donde reclinar su cabeza", considerado por su familia "fuera de sí" (Mc 3,21), vigilado por sospechoso, abandonado de los suyos, traicionado, acusado y condenado injustamente, víctima de muchos sufrimientos: desprecios, calumnias, incomprensiones, burlas, malos tratos, insultos, angustias, torturas y la muerte en la cruz con humillación y desprecio.
El es el Siervo doliente que asume el dolor de los enfermos: "fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades. El castigo que surfió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salvación" (Is 53,3). Su sufrimiento no es es un sufrimiento inútil y estéril, sino que a través de él, logra nuestra salvación: "Vengan a mí todos los que están agobiados y fatigados que yo los aliviaré" (Mt 11,28).
Ser Misionero… Jesucristo no explicó el por qué del sufimiento, sino que afrontándolo positivamente, lo hizo motio de purificación, madurez, solidaridad, de una sana relación de ayuda. Como Jesús, el enfermo está llamado a vencer y a trascender el dolor, enfrentándolo con fe, asumiéndolo con alegría y convirtiéndolo en sacrificio por su propia redención y por la salvación del mundo entero. Los enfermos, los que tienen grandes limitaciones, los que están reducidos e inmóviles en el lecho del dolor, pueden ser activos colaboradores de Jesucristo, como dijo San Pablo: "Completo en mi carne lo que le falta a la Pasión de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia." (Col 1,24).
Dice Juan Pablo II: "Es preciso que a la cruz del calvario acudan todos los creyentes que sufren en Cristo, para que el ofrecimiento de sus dolencias acelere el cumplimiento de la plegaria del Salvador por la unidad del mundo y la salvación de todos". Es más: el ejemplo y el testimonio de los enfermos cristianos, puede iluminar a los hombres de buena voluntad para que se acerquen a la cruz del Redentor, el cual ha asumido sobre sí los sufrimientos físicos y morales de todos los hombres de todos los tiempos, para que en su amor entregado y crucificado puedan encontrar el sentido a su existencia, la motivación para la ofrenda de su dolor y la respuesta a sus inquietudes y preguntas.
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Elaborado por el Equipo de Pastoral Misionera
Arquidiocesana de la Arquidiócesis de Salta - Argentina
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