QUE SON LOS GRUPOS MISIONEROS

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Qué son los Grupos Misioneros

Son grupos integrados mayormente por laicos (jóvenes y adultos), que se proponen responder al llamado de Dios a la vocación misionera ad gentes, obedeciendo el mandato de Jesucristo de "ir por todo el mundo y anunciar la Buena Nueva a toda la creación" [1]. Muchos de ellos cuentan también con religiosos y/o sacerdotes entre sus miembros. Para ello, conforman grupos en Parroquias, Colegios religiosos o Universidades, en los cuales puedan recorrer en comunidad el camino del descubrimiento de la vocación misionera.

Se insertan en la dinámica de evangelización desde su comunidad de origen (Parroquia,  Colegio, etc.), con la mirada fija en la misión ad gentes. Por ello, colaboran en la actividad pastoral de su comunidad, asumiendo la Nueva Evangelización. Su prioridad permanente es tratar de llegar a los más alejados, a los pobres, a aquellos de quienes nadie se acuerda o se preocupa. Mediante la acción misionera dentro (ad-intra) y fuera (ad-extra) de su comunidad de origen, prestan un servicio concreto a la Iglesia particular y se preparan para la misión ad gentes. Una característica distintiva de los Grupos Misioneros es su Actividad Misionera “ad extra” (es decir fuera de los límites de la jurisdicción) de la parroquia, lo cual los distingue de los Misioneros Parroquiales, cuya principal actividad es la misión “ad intra” (es decir, dentro de los límites de la  jurisdicción) de la Parroquia.

 

Los GM son la propuesta de la Iglesia para canalizar la vocación misionera de los jóvenes y adultos, teniendo en cuenta que en varios países, el camino misionero se estructura en las siguientes etapas:

  •  4 a 11 años: Infancia Misionera

  • 12 a 16 años: Adolescencia Misionera

  • 17 en adelante:

    • Grupos Misioneros

    • Familia Misionera: en los cuales todos sus integrantes son familias completas.

 

Algunos países distinguen, dentro de lo que aquí llamamos Grupos Misioneros, entre

  • Juventud Misionera: 17 a 25 años

  • Laicos Misionero2: mayores de 25 años

 

Los Grupos Misioneros implican un doble servicio:

 

  • Son un servicio de la Iglesia dirigido a los laicos, para ofrecerles animación y formación misionera mediante la asociación en grupos, en los que se capacita a los laicos para ser buenos misioneros que se proyecten hacia la Nueva Evangelización y hacia la Misión Ad Gentes. 

  • Son a la vez un servicio de los laicos a la Iglesia, puesto que en sus comunidades de origen asumen la Nueva Evangelización, la animación y cooperación misioneras, y se proyectan hacia la Misión Ad Gentes “más allá de las fronteras”.

 

A ellos se refiere, entre otros, Juan Pablo II, cuando habla de los "movimientos eclesiales dotados de dinamismo misionero" que, "cuando se integran con humildad en la vida de las iglesias locales y son acogidos cordialmente por los Obispos y sacerdotes en las estructuras diocesanas y parroquiales, representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la actividad misionera propiamente dicha" [2].

 

En su mayoría, son grupos estables que se reúnen durante todo el año para procurar su formación y crecimiento espiritual y comunitario, y en los cuales todos provienen de una misma comunidad de origen. Pero también están los que se conforman específicamente para la preparación y realización de las misiones (generalmente en verano), procedentes de distintas comunidades.

[1] Mc 16,15

[2] RMi 72

La Docilidad al Espíritu en nuestros Grupos Misioneros

(fuente: Marco de Referencia para el 2º Encuentro Nacional de Grupos Misineros Nº 6 al 11 - Tucumán 1998 - Argentina)

El despertar de numerosos grupos misioneros es también un signo elocuente de lo que el "Espíritu dice a las Iglesias". No es fruto de un proyecto de los obispos, ni de alguna estrategia pastoral: es fruto de la acción del Espíritu en la Iglesia actual.

¿ Cómo deben vivir los grupos en esa docilidad al Espíritu?.

La medida de la docilidad al Espíritu la da Cristo, que se dejó llevar "como oveja al matadero", pero fue glorificado por el Espíritu, para nuestra justificación. La medida también es María, mujer dócil al Espíritu, que acogió en su seno su acción fecunda, acompañó a su Hijo hasta la Cruz y a la Iglesia desde sus comienzos. La medida por último, es la Iglesia primitiva que anuncia el evangelio con toda valentía a los hombres.

Ser dóciles al Espíritu significa, en nuestros grupos:

a) Dejarnos transforma por el Espíritu

Esto significa tener un empeño serio y decidido por la santificación personal y comunitaria. "Somos templos del Espíritu" y cada comunidad, cada grupo misionero deber ser "el lugar del Espíritu". El Espíritu Santo y Santificador es el artífice de nuestra santidad:

Pensemos, queridos hermanos y hermanas, en el empuje misionero de las primeras comunidades cristianas. A pesar de la escasez de medios de transporte y de comunicaciones de entonces, el anuncio evangélico llegó en breve tiempo a los confines del mundo. Y se trataba de la religión de un hombre muerto en cruz "escándalo para los judíos, necedad para los gentiles )I Cor. 1, 23). En la base de este dinamismo misionero estaba la santidad de los primeros cristianos y de las primeras comunidades. (R. Mi. 90)

 

b) Profundizar el misterio de Cristo

Un interés por profundizar en el misterio de Cristo, el Ungido, mediante el estudio de la Biblia, el magisterio y la doctrina cristiana. El interés último de esta formación no es la erudición ("saber más"), sino adentrarse en la relación con Cristo por su Espíritu ("ser más") y así poder comunicarlo a los demás con valiente anuncio ("dar más").

 

c) Discernir, en el Espíritu, las opciones comunitarias

Las opciones comunitarias y misioneras de los grupos, las decisiones de acción, se deben tomar "bajo el signo del Espíritu". Es necesario hacer siempre un verdadero discernimiento para descubrir si nuestras opciones son motivadas por el Espíritu de Dios o por nuestro propio espíritu. Para esto es necesario no descuidar la oración personal y comunitaria (dimensión más subjetiva), pero también, no desoír la voz del Espíritu que se manifiesta en las necesidades concretas de nuestros hermanos, y en los signos de los tiempos (dimensión más "objetiva")

 

d) Tener "sentido de Iglesia"

Puesto que la Iglesia es el "ámbito del Espíritu", es importante que nos sintamos parte de ella, pues somos Iglesia. Manifestamos este sentido de Iglesia cuando: valoramos los otros carismas y servicios de la Iglesia, cuando nos preocupamos por conocer el magisterio de la Iglesia, cuando nos integrarnos a la pastoral orgánica de la parroquia y la diócesis, cuando estamos dispuestos a renunciar a nuestros propios gustos para estar allí donde nos necesitan. Necesitamos obrar como Iglesia y nos "francotiradores". Esto no sólo por razón de eficacia o táctica, sino para manifestar la comunión que quiere Cristo para su Iglesia y que obra el Espíritu.

 

e) Vivir la unidad, "en un mismo Espíritu".

San Pablo dice que "todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo (I Cor. 12, 13). La unidad que genera el Espíritu hace que los cristianos seamos "un solo corazón y una sola alma" (Hch. 4, 32). Y el Apóstol agrega que los frutos del Espíritu son: "amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí " (Gal. 4, 22-23), y exhorta a los cristianos con todo su corazón de pastor:

Si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, ... les ruego que hagan perfecta mi alegría permaneciendo bien unidos. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. (Flp. 2, 1-4)

 

De este modo, seremos signos para el mundo, viviendo el mandamiento del amor, por obra del Espíritu. Como dice Juan Pablo II, "aún antes de ser acción, la misión es testimonio e irradiación. (R, Mi. 26)

El "Carisma" de los Grupos Misioneros dentro de la Iglesia

(fuente: Marco de Referencia para el 2º Encuentro Nacional de Grupos Misineros , Nº 15- Tucumán 1998 - Argentina)

En la  Iglesia concebida como misterio de comunión de base con Jesús y con los hermanos, los grupos misioneros, representan una gracia singular que Dios concede en este tiempo a la Iglesia, para su crecimiento. Son un verdadero "carisma".

 

En la carta encíclica Redemptoris Missio, el Papa Juan Pablo alaba "el gran desarrollo de los movimientos eclesiales, dotados de dinamismo misionero. (...) Representan un verdadero don de Dios para la nueva Evangelización y para la acción misionera propiamente dicha. Por tanto, recomiendo difundirlos y valerse de ellos para dar nuevo vigor, sobre todo entre los jóvenes, a la vida cristiana y a la evangelización, con una visión pluralista de los modos de asociarse y de expresarse." (72)

Este carisma consiste esencialmente en el modo que tienen los grupos misioneros de encarnar las enseñanzas del evangelio. Su misma vida es un testimonio para la Iglesia y para el mundo, y su servicio concreto, ha de reflejar el mandato de evangelizar del Señor.

Este carisma no se vive al margen de la Iglesia, sino precisamente en la Iglesia y al servicio de la edificación de la Iglesia en la humildad y la caridad. En efecto, la primer forma de vivir la "misionalidad" es vivir la "eclesialidad", es decir, saberse y sentirse miembros de una Iglesia que es, por naturaleza, una comunión misionera. (cf. Punto 21)

 

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