Laicos
Misioneros
Si
los laicos forman parte esencial del misterio de la Iglesia y si la obligación
misionera brota de lo más íntimo de la Iglesia, es evidente que también
corresponde a los laicos asumir su responsabilidad en la misión de la Iglesia
y, más concretamente, en la misión ad gentes. Todos los documentos del
Magisterio sobre el tema misionero vienen resaltando este hecho. Reconociendo
que toda la historia de la Iglesia muestra que muchos fieles laicos se han
consagrado a la tarea de la evangelización, recuerda que en la actualidad esta
participación debe ser fomentada y urgida (RM 71).
La
aportación de los laicos es absolutamente necesaria en la actividad misionera,
porque sin ellos el evangelio "no puede penetrar profundamente en las
conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo" (AG 21,23). Dadas las múltiples
dimensiones de la misión y dada la peculiaridad secular de los laicos, su
presencia es imprescindible para conseguir esa globalidad de que hablábamos
antes.
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De acuerdo a las edades, los laicos se organizan en grupos y
comunidades misioneras de acuerdo al siguiente esquema:
En algunos países reciben esta denominación los grupos y
comunidades misioneras conformadas por laicos mayores de 25 años. En otros
países, donde los jóvenes y los mayores trabajan sin diferenciación de edad,
reciben el nombre genérico de "Grupos Misioneros"
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El
compromiso misionero de los laicos puede poseer aspectos y niveles diversos,
todos los cuales son importantes y complementarios:
a.
El compromiso misionero del laico se debe manifestar ya en su propia
comunidad cristiana; al estar en contacto con los no cristianos en su vida
social y profesional, deben ofrecer el testimonio de la vida y de la palabra;
deben desarrollar en sí mismos y en los demás el conocimiento y el amor a las
misiones, informándose e informando sobre ellas (AG 41); deben prestarles el
apoyo de su oración y de su ayuda financiera (algunas de las más importantes
obras de ayuda a las misiones han sido fundadas y sostenidas por laicos) así
como promover iniciativas de cooperación misionera; en su propia familia deben
favorecer las vocaciones misioneras, y en los institutos científicos y
universidades deben servir a los misioneros en el conocimiento de los pueblos y
religiones no cristianas (AG 41).
b.
Algunos laicos reciben el carisma especifico para la misión ad gentes
(entre no cristianos) o para cooperar de un modo directo con Iglesias hermanas
en necesidad; en estos casos el envío forma parte del propio carisma, e implica
un período mínimo de tiempo (2/3 años) para que no se confunda con un
voluntariado transitorio o con una colaboración pasajera.
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c.
En su trabajo en los lugares de destino deben, como laicos, en colaboración
íntima con los laicos de aquellas iglesias, "impregnar y perfeccionar todo
el orden temporal" (AA 5), "cumplir las exigencias de la
justicia" (AA 8); deben promover iniciativas particulares enfocadas al
desarrollo económico-social (AG 21), educativo y cultural; deben tomar parte en
los movimientos a favor de la paz y de la cooperación internacional, en las
grandes instituciones que defienden los derechos humanos; en los proyectos de
solidaridad e intercambio de bienes; deben atender a las lacras provocadas por
sistemas injustos intentando eliminar las causas de la pobreza, hambre y
marginación; en todas sus actividades deben optar por los más desfavorecidos y
por aquellos que padecen el desprecio o la exclusión (Cf. AG 26,27; RM 72).
d.
En la vocación de los laicos entra también la posibilidad de prestar su
servicio en ámbitos y campos ministeriales que tienden a edificar y desarrollar
desde dentro la comunidad cristiana; en la animación de las comunidades, en el
servicio de la palabra o de la catequesis, en la formación de agentes de
pastoral... ; en esta dirección los laicos vienen contribuyendo grandemente al
desarrollo y florecimiento de los ministerios de la comunidad.
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De
cara a este servicio misionero, los laicos deben sentirse siempre miembros
vivos de comunidades eclesiales concretas; el compromiso misionero nunca es
individual, sino comunitario y eclesial (Cf. EN 60); esto es lo que
caracteriza el carisma misionero respecto a ayudas de carácter social. Esto
implica que debe haber comunicación frecuente con sus comunidades de
origen, a las que a su vez pueden enriquecer con sus experiencias y con
riquezas propias de las Iglesias de destino. Todo esto no impide que los
laicos den origen a instituciones o asociaciones de todo tipo (a nivel
nacional, vinculadas a congregaciones religiosas, autónomas y específicamente
laicales ... ) pues en ellas se expresa toda la vitalidad de los carismas de
la Iglesia.
La
responsabilidad eclesial del laico misionero exige de él unas actitudes acordes
con su carisma. En primer lugar una conciencia clara de su identidad, que se
alimenta de una espiritualidad profunda y de una formación adecuada también en
el ámbito teológico y misionológico. En segundo lugar el testimonio de su
vida, tanto en el campo de sus actividades temporales como en la disponibilidad
para dar razón de su esperanza por medio de la palabra, así como en el talante
evangélico y humano de acogida, escucha, dialogo, comprensión y solidaridad
respecto a los que no tienen las mismas creencias o a los que necesitan su
ayuda.
El Laicado Misionero en la historia de la
Iglesia
Fuente: "El
Ministerio Misionero de los Laicos" Dolores Golmayo Fernández
La misión cristiana
arranca de la vida y el mensaje de Jesús, con su visión de una comunidad
universal de hombres iguales ante su Creador y Padre, el Dios que actúa en la
historia para la salvación del género humano. El Evangelio, que es a la vez el
mensaje de Jesús y el mensaje sobre Jesús de los primeros cristianos, está
dirigido a todos los hombres, y desde el origen está libre de limitaciones
sociales, nacionales, raciales o culturales.
Empujados por el Espíritu,
el grupo inicial de los seguidores de Jesús sale de su seguridad del cenáculo
para afrontar los dramas del hombre y de la historia. Nace así la Iglesia como
depositaria y continuadora de la misión de Jesús. En los orígenes, junto al
ministerio misionero itinerante, como el de Pablo y Bernabé, también los
cristianos seglares extendieron el evangelio en sus contactos del día a día y
en sus desplazamientos; no es un fenómeno nuevo. Pero después, y durante
siglos, estos cristianos han sido considerados como menores frente al clero y a
los religiosos; entre las razones se podrían citar la falta de formación y un
modelo de Iglesia clerical, donde no era ya el bautismo el que daba protagonismo
eclesial, sino la profesión de votos o el sacramento del orden; y probablemente
también habrá contribuído el hecho de que esta situación resultaría mas cómoda
a todos.
Ya en la edad moderna, la
participación de los cristianos laicos en lo que ahora llamamos misión
"ad gentes" comienza en el siglo XIX en las Iglesias protestantes; un
ejemplo extraordinario lo tenemos en la labor evangelizadora y humanitaria del
Dr. Livingstone, más conocido entre nosotros por su faceta exploradora. El
renacimiento del misionerismo seglar en la Iglesia Católica surge en la década
de los años 50 del siglo XX, en la que nacen las primeras asociaciones de
laicado misionero. Desde entonces, ha ido creciendo y fortaleciéndose a lo
largo de los años, al tiempo que se va produciendo un cambio en la valoración
del fenómeno: hoy resulta que la misión universal en el nuevo milenio sólo
será posible si realmente los laicos asumen su compromiso y su responsabilidad
misionera. Todos los documentos del Magisterio de esta época sobre el tema
misionero vienen resaltando este hecho. En Lumen Gentium 33 se trata ya de la
participación de los seglares en la misión de la Iglesia como testigos y como
instrumentos vivos. Y en la actividad misionera, la aportación de los laicos es
absolutamente necesaria porque sin ellos el evangelio "no puede penetrar
profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo"
(Ad Gentes 21).
Hoy de nuevo los
bautizados creemos que el Espíritu de Dios está sobre nosotros, porque nos ha
ungido para dar la buena noticia a los pobres, para anunciar la libertad a los
cautivos, dar la vista a los ciegos, para liberar a los oprimidos y proclamar el
año de gracia del Señor.
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