FAMILIAS MISIONERAS EN SALTA |
|
Son Familias Misioneras, aquellas familias que se dedican de una manera u otra a la animación y a la cooperación misioneras. Existen muchos grupos en parroquias, asociaciones, institutos misioneros, etc., de laicos misioneros en los que muchas familias trabajan por la misión universal de la Iglesia. Por esta razón las Obras Misionales Pontificias quieren prestar atención a las “familias misioneras” para que su labor sea más conocida y para hacer posible que sean muchas otras que se sumen a esta labor de la animación y cooperación.
Destinatarios
|
La familia evangelizadora
La familia cristiana está llamada a vivir con
responsabilidad su inserción en la Iglesia y a asumir la parte que le
corresponde en la evangelización del mundo. El modo en que la familia cristiana
realiza esta misión evangelizadora en el mundo es propio y original, pues
responde a su ser como una comunidad íntima de vida y amor. Ello significa que,
por un lado, la forma en que lo realiza es según una modalidad comunitaria, los
cónyuges en cuanto que forman una pareja, y los padres y los hijos en cuanto que
son una familia. Y, por otro lado, por el contenido de su acción: la realidad de
la vida conyugal y familiar vivida en el amor (cf. FC 50). La familia, siendo
“un corazón y un alma sola”, vive la fe y el amor cristianos en la
extraordinaria riqueza de matices de la vida familiar; de esta manera su
aportación a la misión salvífica de la Iglesia es insustituible.
Testimonio misionero de la familia
Dada la especificidad de su misión, el
testimonio de la familia cristiana en el mundo tiene una importancia capital
(cf. AA 11). A través de la vivencia de la vida familiar, los esposos junto con
sus hijos hacen presente la Iglesia y el mensaje del Evangelio en los ambientes
cotidianos en los que se encuentran los miembros de las demás familias. La
familia está llamada a hacer “partícipes a otras familias, generosamente, de sus
riquezas espirituales” (GS 48): la vivencia del amor y la fidelidad de los
esposos, la unidad y solidaridad en la familia son una presencia viva de Cristo
en medio de las circunstancias cotidianas en que se desenvuelve la familia.
La familia presta un servicio fundamental a la edificación del Reino de Dios en la historia y en el mundo. Como “iglesia doméstica” participa de la vida y de la misión de la Iglesia universal y, por este motivo, viene a ser “una representación histórica del misterio mismo de la Iglesia” (FC 49). Fundada en el sacramento del matrimonio que han recibido los esposos cristianos, participando en la vida de la Iglesia y desde la dinámica propia de la vida familiar, la familia coopera eficazmente en la transmisión del amor que recibe de Cristo y participa de la fecundidad sobrenatural de la Iglesia, “símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la Iglesia” (ibid.).
La potencia evangelizadora y misionera que posee este testimonio de las familias cristianas es inimaginable. Cuando una familia cristiana hace de su vida familiar un testimonio claro y consciente de la fe en Cristo, crea profundos interrogantes (cf. EN 21) que mueven a muchos a interesarse por la verdad y por Cristo.
La familia misionera
La misión evangelizadora de la familia es, como la de la Iglesia, de alcance universal. La familia no puede cerrarse sobre sí misma en ningún sentido, tampoco en el sentido de centrarse exclusivamente en la educación cristiana y la evangelización de sus miembros. La familia en cuanto “iglesia doméstica” debe abrirse y salir fuera de sus confines y cooperar con la dimensión universal de la Iglesia.
“La fe y la misión evangelizadora de la familia cristiana poseen esta dimensión misionera católica. El sacramento del matrimonio que plantea con nueva fuerza el deber arraigado en el bautismo y en la confirmación (cf. LG 11) de defender y difundir la fe, constituye a los cónyuges y padres cristianos en testigos de Cristo ‘hasta los últimos confines de la tierra’ (Hch 1, 8), como verdaderos y propios ‘misioneros’ del amor y de la vida” (FC 54).
La familia despliega su potencial misionero en dos vertientes complementarias:
– Dentro del ámbito familiar más o menos amplio. Los cristianos están llamados a intentar con su testimonio atraer a la fe a los familiares que no la tienen o que no la practican con coherencia.
– Fuera del ámbito familiar. Su testimonio ilumina el camino de fe de otras familias y con su compromiso apostólico les muestra la manera de vivir la fe como familias.
La familia y la misión ad gentes Además, hoy en día hay numerosas familias que se dedican a la actividad misionera fuera de las fronteras de su país, en países de misión ad gentes.
“Así como ya al principio del cristianismo Áquila y Priscila se presentaban como una pareja misionera (cf. Hch 18; Rm 16, 3 s.), así también la Iglesia testimonia hoy su incesante novedad y vigor con la presencia de cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a tierras de misión a anunciar el Evangelio, sirviendo al hombre por amor de Jesucristo” (ibid.).
La vocación misionera es una vocación específica que se da dentro de la Iglesia y que tiene sus propias características; ella no es incompatible con la vocación al matrimonio y a la familia, sino que ambas están llamadas a unirse armónicamente, para que las familias que sientan la vocación misionera puedan desarrollarla y vivirla en fidelidad a Dios y a la Iglesia.
|