Es un sector de la diócesis,
"territorio geográfico", conformado por un grupo de personas,
seguidores de Jesucristo, al frente de la cual está el párroco y sus
colaboradores (equipo parroquial), como coordinadores y servidores del pueblo;
y todos están al servicio de la evangelización.
¿Qué DEBE SER la
Parroquia?
Una comunidad -o comunión de comunidades- de vida,
de amor, de solidaridad, de servicio, de fe y de esperanza (Hechos
2,42-4ó y 4, 32-35).
Convocada por Jesucristo
como único dueño y Señor (Mt. 16,18) y donde El está presente todos los
días hasta el fin (Mt. 28,20), en orden a una misión. ¿Podemos decir
honradamente que la vida diaria denuestras parroquias se parece a la
de un cuerpo vivo,en la que cada miembro contribuye al proceso vitalde la totalidad?
En ella fuimos engendrados como cristianos por
el Bautismo, y ella acompaña a sus hijos desde que nacen hasta que
mueren.- Escuela en la que nos formamos y maduramos en la fe por la
evangelización y la catequesis, que debe acompañar a la persona durante
toda la vida, y por eso debe ser permanente, en vista a una conversión
personal y comunitaria, entendida como un proceso que nunca acaba, como
experiencia profunda de Dios, como interiorización de las actitudes,
valores y motivaciones de Jesucristo en nuestra vida, para poder decir
como Pablo: "Estoy crucificado con Cristo, y ahora no soy yo el que
vive, sino que es Cristo el que vive en mí" (Gal. 2,20), o
"para mí el vivir es Cristo..."(Filp.1,21).
Lugar de encuentro y vínculo de comunión
,
casa abierta a todos, hogar de los pobres, plataforma misionera, donde
aprendemos y vivimos en libertad, fermento de nueva humanidad, o, como dijo
Juan Pablo II: "es el lugar de las familias-, de las comunidades, de
los diversos movimientos, grupos y asociaciones", en la que:
Proclamamos la Palabra de Dios
:
la escuchamos, la participamos, la interiorizamos, la hacemos vida y
oración; donde revitalizamos la vida de los creyentes y llenamos de
dinamismo evangélico y evangelizador a las comunidades.
Celebramos la fe y la vida
,
con sus alegrías y tristezas, angustias y esperanzas, fracasos y
triunfos,...; especialmente en los sacramentos, teniendo como centro la
Eucaristía, y haciendo que las celebraciones se vinculen a la vida.
Nos sentimos hijos de Dios y hermanos de todos y
por eso compartimos lo que somos y tenemos.
Y nos comprometemos en el mundo, "sin
ser del mundo" (Jn. 17,14), ya que "el campo propio de la
actividad evangelizadora de los laicos es el mundo vasto y complejo de
la política de lo social de la economía, de la cultura, de las
ciencias, de las artes, de la vida internacional, de los medios de
comunicación social, así como otras realidades abiertas a la
evangelización: el amor, la familiar la educación de los niños y
jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento...... (EN 70).
Por tanto, nuestra tarea en la Iglesia
debe ser:
"al interior":
preocupación y servicio por los hermanos de nuestras comunidades cristianas,
y apertura hacia los problemas de otras estructuras eclesiales:
arciprestazgos, vicarías, diócesis....
"al exterior":
preocupación y servicio por los que "están fuera" de ellas: a los
de cerca o "situaciones misioneras", y a los de lejos,
"misiones", teniendo siempre presente y manteniendo viva la
dimensión universal de la Iglesia, sintiéndonos en comunión con las demás
Iglesias empobrecidas, marginadas, oprimidas y perseguidas, ya que somos
hermanos en Cristo.
Por lo tanto, es urgente pasar de una pastoral de
mantenimiento (época de la cristiandad), a una pastoral de misión, ya que
somos enviados por Cristo y por la Iglesia (Hech. 13,1-3). Asumimos un
compromiso: debemos salir, ir, buscar, como Jesús (Mc. 1,38-39), a todos
aquellos que no "valen" en nuestra sociedad, a los que no tienen voz
ni vez en ella, ni tal vez en la Iglesia, a los marginados (pobres, presos,
enfermos, drogadictos, prostitutas, parados .... ), y comunicarles con nuestra
palabra y vida, con nuestra presencia, actitud y servicio, la "Buena
Noticia": que ellos son los preferidos de Dios, que Dios los ama porque
son sus hijos, que somos hermanos, que sientan que no están solos,...
La Iglesia ha de tener una opción clara y preferencial
(no excluyente) por los pobres (Lc. 4,1ó-20; Sal. 14ó).
Nuestras parroquias deben ser:
el lugar de la comunión y de la participación,
donde todos nos sintamos, unas veces objeto y otras, sujeto de la
evangelización; donde cada uno sepa descubrir, a través del
discernimiento personal y comunitario, los dones del Espíritu y los
pongamos, con gozo y alegría, al servicio de los demás; donde cada
cristiano tenga un ministerio y donde todos nos sintamos corresponsables
de la evangelización.
Parroquias donde quede claro. que la oración y los
sacramentos son un medio, no un fin, para cumplir la misión
evangelizadora.
Parroquias abiertas, no replegadas sobre sí
mismas, o encerradas sólo en tareas intraeclesiales, olvidando que su
misión es ser para el mundo, para la humanidad.
Parroquias, donde la fe de los cristianos esté
conectada con in vida del pueblo, con las situaciones y problemas que
van apareciendo en cada época, que se abra al entorno social y se
encarne en la realidad.
Parroquias abiertas al pluralismo, donde las
personas de los diferentes grupos, asociaciones y movimientos, con su
compromiso y testimonio, puedan integrarse en las varias delegaciones,
siendo la parroquia el centro integrador, el lugar de convergencia de
los distintos carismas, servicios y ministerios.
Parroquias que están siempre dispuestas a acoger
nuevos miembros, porque saben que "toda persona, sea de la nación
que sea, si es fiel a Dios y se porta rectamente, goza de su
estima" (Hech. 10,3 ).
Parroquias donde se desarrolle la dimensión social
y política de la fe, defendiendo y promocionando los derechos del
hombre, denunciando y criticando valientemente aquellas situaciones en
que estos derechos son conculcados.
Parroquias que se sientan parte de un todo, de la
Iglesia, ya que uno solo es el Cuerpo y uno el Espíritu, como una es la
esperanza a la que han sido llamadas (Ef. 4,4).
La creciente descristianización de nuestro pueblo, la
generalización de una cultura de increencia, la insolidaridad, los graves
problemas humanos de hoy y el sufrimiento de tantos hombres en una sociedad
como la actual que genera marginación y nuevos pobres, constituye un reto
para los cristianos y un poderoso llamamiento a la evangelización.
Una pedagogía pastoral evangelizadora parte de las
aspiraciones, de las necesidades, de las realidades del pueblo, y propone
actitudes fundamentales de escuchar, acompañar, despertar potencialidades,
estimular, animar.... y tiene como rasgos característicos el ser comunitaria,
experiencial, de comunión y participación, misionera, litúrgica,
ecuménica, ser progresiva, profética y transformadora.
Para conseguir todo esto, es preciso pasar del
clericalismo y la pasividad laical a la corresponsabilidad de todos, y para
ellos, es necesario el apoyo de la oración personal y comunitaria