HISTORIA DE LA ACTIVIDAD MISIONERA EN SALTA

Mestizaje cultural y religioso

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Cuando los españoles entraron en la región del Tucumán, hallaron como númenes preeminentes a Inti y Pachamama. Inti era el numen civilizador solar, importado a la zona por el influjo cultural de los incas. El numen principal, sin embargo, era Pachamama, a la que según parece llamaban en kakán Pascha, numen propiciatorio de “la fertilidad, de la vida y bienestar, muy temida por su ira y cuyo rostro era desconocido; la tierra la representa, por eso Pascha, es la madre de la tierra y a quien se le hacen las mejores ofrendas consistentes en productos alimenticios o de sus cosechas, junto con coca, bebidas, sangre de un animal sacrificado e hilos de colores; todo lo cual se entierra en un lugar sagrado[1]. Pachamama era  presentada como numen femenino, que cambiaba de nombre y de características en distintas regiones: protegía a los animales por mediación de su emisario el Llastay, protector de llamas, vicuñas y guanacos, de Coquena, protector de las vicuñas; en La Rioja era protectora de los cultivos con el nombre de Zaramama; en algunos lugares del noroeste era la Madre del Agua con el nombre de Yacumama; en Catamarca es la Madre del Viento.

 

Durante el proceso de la primera evangelización del Tucumán, se produjo una aculturación de los elementos cristianos, que se mezclaron con los originarios de los indígenas, dando lugar a la metamorfosis de los antiguos númenes, que se entremezclaron con la Virgen y los santos del catolicismo. Sucede así con Pachamama y la Virgen María, y los emisarios de aquella y los “santitos”. Tanto aquellos como éstos, son de talante propiciador, es decir, velan por nuestra vida y su entorno. Así, el 18 de Octubre, fiesta de San Lucas, es el día de las vacas; el 24 de Junio, San Juan, el de las ovejas; Santiago Apóstol (25 de Julio) patrocina a los caballos, San Antonio (17 de enero) a las llamas, San Ramón (31 de Agosto) a los burros y San Bartolomé (24 de Agosto) a los cabritos[2]. La simbiosis Pachamama-Virgen María se da en virtud del carácter maternal que a ambas caracteriza: ambas son madres presentes en todos los ámbitos de la vida, generosas y fieles, refugio de quienes a ellas se encomiendan. “De la Pachamama a la Mamá Virgen, a la Virgen María, realizan fácilmente la transferencia: la femineidad, la bondad, el calor, la protección y la cercanía de la Pachamama nos facilita el transferir esos atributos a María. Tal vez sea la explicación de por qué la devoción a María arraigue con tanta facilidad en estos pueblos y forme parte de su identidad.[3]

 

Así, incluso, lugares que antiguamente eran utilizados por los indígenas como lugares de culto a sus númenes, se convirtieron luego en sitios de veneración cristiana.

 

Lo cierto es que quienes evangelizaron estas tierras, supieron aprovechar el dinamismo religioso en ellas preexistente y orientarlos hacia la fe cristiana.

 



[1] Prelatura de Cafayate, “30 años al servicio de la Iglesia”, página 64.

[2] Prelatura de Cafayate, op.cit., página 71.

[3] Citado en Prelatura de Cafayate, op.cit., página 73.

 

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