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de la Arquidiócesis

La Iglesia de Salta, nacida el lunes de Pascua de Resurrección del año 1582,  es fruto de la obra evangelizadora de sacerdotes y religiosos misioneros provenientes del viejo mundo, cuya vocación misionera los impulsaba a dejar la seguridad de sus tierras natales, y a aventurarse en territorios desconocidos a sembrar la Buena Nueva de Jesucristo.
Desde sus comienzos fue misionera puesto que tanto franciscanos, mercedarios, sacerdotes del clero, como los jesuitas que llegaron poco después, se dedicaron a incursionar por los Valles Calchaquíes y por el Chaco Salteño, para evangelizar a los naturales cuyos pueblos se asentaban en estas regiones. Nombres como Alonso de Barzana, Francisco Solano e Ignacio de la Zerda honran la historia de los primeros misioneros que desempeñaron su labor en el territorio salteño.

 

Al erigirse como diócesis la Iglesia de Salta en 1806, sus obispos continuaron preocupándose por la evangelización de todos los hombres que habitaban en su territorio, estableciendo curatos y parroquias en toda la extensión del Valle de Lerma y del Chaco Salteño. Dieron también un fuerte impulso misionero a nuestra Iglesia los padres Redentoristas, llegados a fines del siglo XIX, quienes trabajaron activamente en las misiones parroquiales.
Desde la década de 1930, estuvieron presentes en Salta las Obras Misionales Pontificias, que nunca cesaron en su labor de animar misioneramente a todos los bautizados, y procurar la cooperación de nuestra Iglesia  con la misión universal.
Hoy, la riqueza misionera de Salta, animada por la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Misionera - Obras Misionales Pontificias, se manifiesta a través de la fecunda labor de los Grupos Misioneros que desde mediados del siglo XX llevan la Palabra de Dios a aquellos lugares más necesitados de nuestra Arquidiócesis y de diócesis vecinas; de la Infancia y Adolescencia Misionera, que desde comienzos de la década de 1990 sensibilizan el espíritu misionero de los más pequeños; de las Parroquias que se hacen misioneras en sus jurisdicciones; de sacerdotes,  religiosos y religiosas que anuncian la Buena Nueva infatigablemente en todos los rincones de nuestra Salta, y de otros tantos que lo hacen “más allá de las fronteras”, asumiendo el desafío de la misión ad gentes.

Así, bajo el amparo de María del Milagro, respondemos al permanente llamado de Cristo, el Señor del Milagro, que día a día nos interpela recordándonos nuestra naturaleza e identidad misionera a la voz de: “¡Iglesia de Salta, tu vida es misión!” y con el permanente desafío de ser "discípula misionera, que escucha, aprende y anuncia" .