CMSa 3  

3º Congreso Misionero de Salta (Argentina)

 

 "Iglesia de Salta, tu vida es misión!" 

Introducción
Temario y Justificación
Tema 1: Nuestro encuentro con Jesucristo vivo
Tema 2: La Iglesia, misterio de Comunión para la Misión
Tema 3: La Actividad Misionera de la Iglesia
Tema 4: Todos somos Misioneros
Tema 5: La misión, vida de la comunidad parroquial
Anexo I: El Camino Misionero en Salta

 

Instrumento Preparatorio

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TEMA 3

La Actividad Misionera de la Iglesia

 

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Objetivo:

Comprender que la Misión de la Iglesia es Evangelizar y que la Iglesia es Misionera por su naturaleza. Comprender en qué consiste esta misión.

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1.- Escuchemos el mensaje cristiano  

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El Padre nos llama a participar en su misión.

Dios ha actuado desde siempre en la historia humana. Pero su actuar ha sido mediante los hombres llamados por Él. Al hablarles, Dios por un lado se ha revelado, se ha hecho conocer, pero al mismo tiempo les confiaba siempre y al mismo tiempo un encargo, una misión.

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Dios ha llamado a personas grandes como Noé (Gén 7,6) o Abraham (Gén 12,4), o muy jóvenes como Samuel (1 Sam 3), David (1Sam 16,11) y Jeremías (Jer 1,6), gente con gran formación intelectual como Moisés (Ex.2,10) o Isaías, o personas sin mucha preparación como Amós (Am, 1,1). La vocación de ser voceros ha significado para todos ellos un cambio radical, que sólo fue posible, porque se han caracterizado por una fidelidad amorosa y una confianza inquebrantable en su Dios. Esta ‘santidad’ fundamental los capacitaba, luego, para enfrentar las consecuencias de su mensaje: perseverancia incondicional a pesar de incomprensión, rechazo, persecución, expatriación, muerte.

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Desde que el hombre es hombre, Dios ha actuado por medio del hombre, para que se ponga a su servicio con una misión. Así, la historia del hombre se ha hecho historia de salvación  (cf. AG 3a).

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El Hijo nos invita a continuar su misión.

Para poder entender bien el plan de Dios para con su creación, necesitábamos una clave, y esta clave es el Hijo hecho hombre. (cf. Ap 3,7). Nadie puede llegar a su Padre sino por El (Jn 14,6), y nadie puede actuar dentro del plan divino sino unido a El (cf. Fil 4,13).

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Jesús es el enviado del Padre. Aparte de la experiencia única que tiene de la vida de su Padre Dios, y su unión con Él, toda su vida está determinada por la conciencia de haber sido enviado por su Padre para cumplir su plan de salvación. Su vida es una obediencia amorosa a ese plan de Dios, que es el establecimiento del Reino.

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Desde el inicio de su misión, Jesús ha llamado a sus discípulos, y a un grupo selecto y los llama ‘enviados’ (apóstoles). Al dar su vida, y en el momento del nacimiento de su Iglesia, los envía al mundo, y al hacerlo, se refiere a su propia misión: “Yo los envío al mundo como Tú me has enviado al mundo. Para ellos yo me consagro y entonces ellos te serán consagrados por la verdad.” (Jn 17,18-19). “Como el Padre me ha enviado, así Yo los envío a ustedes”(Jn 20, 21).

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De modo que, aparte del mandato misional que encontramos en los evangelios, la misión es participación en la misión del Hijo, recibido de su Padre, con el fin universal de la edificación del Reino de Cristo sobre toda la creación redimida. Así podemos entender la frase de AG 2: “La Iglesia que peregrina, por su misma naturaleza se orienta a la misión, ya que ella, siguiendo el plan de Dios Padre, encuentra su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo.” Y más concretamente en RMi 11e: ”...La misión tiene su origen en las exigencias más profundas de la vida divina en nosotros. Los que se han incorporado a la Iglesia universal deben sentirse privilegiados y, por ende, más comprometidos a testimoniar su fe y su vida cristiana como un servicio a los hermanos y como una respuesta debida a Dios.”

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El Espíritu Santo nos indica los caminos de la misión.

Jesús, en su Pascua, nos ha unido a su misión, y nos ha dado el alma y el dinamismo de su propia vida, entregándonos su Espíritu como nos relata Juan en 19, 30; y en 20, 22. Bien lo expresó Jesús durante su vida mortal cuando decía: “No son ustedes lo que hablarán, sino el Espíritu del Padre, que hablará en ustedes” (Mt 10,20). Y “En aquella hora el Espíritu les enseñará lo que habrán de decir” (Lc 12,12). En su discurso de despedida Jesús dice con toda claridad cómo ese Espíritu será para ellos como un asistente y abogado (cf. Jn 14,26; 16,13).

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Todos los escritos apostólicos dan testimonio abundante sobre la asistencia del Espíritu en la joven vida y la incipiente misión evangelizadora de la Iglesia. RMi 21 dice con toda claridad, que el Espíritu santo debe continuar la obra salvadora, arraigada en el sacrificio de la cruz. Esta obra ha sido confiada por Cristo a los hombres -a los apóstoles, a la Iglesia-. Pero en ellos y por ellos el Espíritu Santo es en esta obra el protagonista en el espíritu del hombre y en la historia del mundo. El Espíritu Santo hace que el Cristo resucitado nazca en cada cristiano y vaya formando la comunidad creyente, la que San Pablo caracteriza como Cuerpo de Cristo. Y del mismo modo, como el Espíritu de Dios impulsara a Jesús a anunciar y establecer con perseverante entusiasmo el Reino de Dios, la Iglesia, inspirada por su Espíritu y su Vida, ha de seguir cumpliendo el mismo plan de salvación en la historia del mundo.

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El Papa Juan Pablo II dijo en 1981 en su mensaje misionero anual que una Iglesia que no es misionera, es una Iglesia incompleta, enferma. Una Iglesia que mira solamente hacia sí misma, se ha olvidado del plan de Dios, de su vocación propia, de su más profunda naturaleza, del Espíritu de su Maestro, el “apóstol y pontífice de nuestra fe" (Heb 3,1), ha escondido la lámpara bajo el cajón.

 

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2. Confrontamos el mensaje con la vida

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La Misión de la Iglesia

En un sentido amplio, la palabra Misión hace referencia al cometido que tiene que cumplir la Iglesia en el mundo, a lo que ella tiene que hacer. Todo el trabajo que la Iglesia hace para anunciar al mundo el Evangelio, recibe el nombre de Evangelización. Por eso, la Misión de la Iglesia es Evangelizar. Dice AG2 que "La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza, misionera, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de Dios Padre". Y EN 14 exclama que "la gracia y la vocación propia de la Iglesia su identidad más profunda, es evangelizar. Ella existe para evangelizar".

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Si bien muchas veces se utilizan como sinónimo las palabras “Evangelización” (término que pone énfasis en la predicación del Evangelio) y “Misión” (que pone énfasis en el mandato o envío) es importante distinguir la actividad específicamente misionera dentro de la obra evangelizadora de la Iglesia. También es importante distinguirla de la misión "genérica" de la que todos los cristianos somos partícipes en virtud del bautismo (cf RMi 71), al igual que todos los laicos somos genéricamente Sacerdotes, Profetas y Reyes.

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Las diferencias en cuanto a la actividad dentro de esta misión evangelizadora de la Iglesia nacen de las diversas circunstancias en las que ésta se desarrolla. Mirando al mundo actual, desde el punto de vista de la evangelización, se pueden distinguir tres situaciones (Cfr. RMi33):

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·         Primera Evangelización (= Misión Ad Gentes = Actividad Misionera Específica): Es la actividad evangelizadora que se dirige a "los que todavía no" son cristianos.

·         Actividad Pastoral (= Atención Pastoral): Es la actividad evangelizadora que se dirige a "los que ya" son cristianos, para ayudarlos a perseverar y crecer en la fe (esta es la principal actividad que se desarrolla en nuestras Parroquias).

·         Nueva Evangelización (= Reevangelización): Es la actividad evangelizadora que se dirige a "los que ya no" son cristianos, o a los que viven como si no lo fueran porque han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio.

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Aclarados estos conceptos, podemos delimintar el ámbito de las palabras Evangelización y Misión. La palabra Evangelización se utiliza para referirse a toda la actividad de la Iglesia en cuanto que anuncia a Jesucristo, mientras que la palabra Misión (en un sentido más estricto) se refiere específicamente a la Primera Evangelización, y un poco más generalmente, también a  la Nueva Evangelización.

Juan Pablo II, en Redemptoris Missio,  comienza afirmando que "la misión Ad Gentes, en virtud del mandato universal de Cristo no conoce confines" (RM37), y a continuación delinea diversos ámbitos de la misma:

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·         Ambitos territoriales: Especialmente en Asia, pero también en Africa, América Latina y Oceanía, hay vastas zonas sin evangelizar; a pueblos enteros y áreas culturales de gran importancia en no pocas naciones no ha llegado aún el anuncio evangélico y la presencia de la Iglesia local. Incluso en países tradicionalmente cristianos hay regiones enteras no evangelizadas.

·         Mundos y fenómenos sociales nuevos que requieren ser evangelizados: las grandes ciudades, los migrantes, la juventud, los nuevos modelos de “familia”.

 

·         Areas culturales o areópagos modernos: el mundo de la comunicación (los medios de comunicación social), el compromiso por la paz, el desarrollo y la liberación de los pueblos; los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todo los de las minorías; la promoción de la mujer y del niño; la salvaguardia de la creación, son otros tantos sectores que han de ser iluminados con la luz del Evangelio. También hay que tener en cuenta el vastísimo areópago de la cultura, de la investigación científica, de las relaciones internacionales que favorecen el diálogo y conducen a nuevos proyectos de vida.

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Nota: Al hablar de Misión Ad Gentes, no se hace referencia únicamente a aquella actividad misionera que se realiza en tierras lejanas (“territorios de misión”), sino a la actividad de Primera Evangelización, es decir, al primer anuncio de Jesucristo a aquellos que no lo conocen. Puede hacerse Misión Ad Gentes a la vuelta de la esquina.

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Una mirada global a la humanidad

La celebración del 2000 aniversario de la Encarnación del Hijo de Dios, que se hace hombre para traernos la salvación , pone ante nuestros ojos la realidad misionera de la Iglesia: Cristo ha venido a traernos una nueva noticia que aún no llega a todos los hombres, porque muchos de nuestros hermanos no conocen aún a Jesús, nunca han oído hablar de Él.

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“La misión de Cristo Redentor confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en sus comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (RMi 1). Estas palabras del Santo Padre nos deben cuestionar profundamente a todos los que hemos experimentado a Jesucristo como Señor de nuestras vidas; nos sentimos cristianos, miembros de la Iglesia y por lo tanto hemos recibido la misión que el Padre le encomendó: la salvación de todo el mundo.

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La primera razón de nuestro compromiso misionero nos viene de los datos estadísticos que nos hacen ver que la actividad misionera está aún en sus comienzos (RMi. 30). De los 6.000 millones de habitantes que tiene nuestro planeta, tan solo 2.000 millones son cristianos. De estos 2.000 millones, tan solo 1.000 millones son católicos (la otra mitad son protestantes o pertenecen a las Iglesias orientales). Es decir que los católicos representamos tan solo una sexta parte de la humanidad (un 16 %). Esta proporción varía en cada continente:

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Continente

% de católicos

América

64 %

Europa

40 %

Africa

14 %

Asia

 3 %

Oceanía

26 %

 

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Inclusive estas estadísticas son demasiado generosas si miramos el corazón y el compromiso de los que en ella figuran como cristianos. Una estimación indica que de los católicos bautizados, tan sólo (y esto siendo generosos) un 10% es practicante, esto es, van a Misa todos los domingos y se confiesan regularmente. Ni qué hablar si indagamos acerca de cuántos de éste 10% dan verdaderamente testimonio de vida cristiana y participan de la actividad eclesial.... Esta realidad podemos constatarla si echamos una mirada a nuestra propia comunidad, hacemos un conteo de la gente que vive en la jurisdicción de la misma, luego contamos cuántos participan de la Misa, y de ellos cuántos se acercan a recibir la Comunión.

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Una segunda razón que nos compromete, es la existencia de espacios importantes y significativos en nuestra sociedad a donde no ha llegado el mensaje de Cristo con toda su fuerza renovadora y transformante. Son realidades que hoy juegan un papel muy importante en la vida del hombre moderno pues es allí donde se desarrolla él mismo y donde ejerce una gran influencia. Estamos hablando, entre otros, del campo de la educación, de la política, de los medios de comunicación, de los ambientes empresariales. Todos sabemos cuánta importancia tienen estas realidades en nuestro mundo, en nuestra patria.

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La vida política y económica de nuestro país es algo que cada vez nos preocupa más a los argentinos, y a la cual no escapa la realidad de nuestra provincia. Si estos campos ejercen tanta influencia en nuestra vida y, si aún no hemos llevado plenamente el mensaje cristiano a todos estos terrenos, los principios que orientarán nuestro diario caminar no serán los de Cristo, y habrá otras razones que impulsen el desarrollo de nuestra provincia, de nuestro país y el del mundo entero. Pero ¿hasta dónde estarán al servicio realmente del hombre, de los más pobres, de los más necesitados?, ¿qué tanto se preocuparán efectivamente porque toda nuestra vida esté orientada por el amor a Dios y a nuestros semejantes?

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Una tercera razón, y la más importante entre ellas, es que la Iglesia es misionera por naturaleza. Proclamar siempre y con valentía el mensaje de Cristo, que es un mensaje que transforma al hombre y que debe transformar y convertir, en más justas y fraternas, las estructuras donde esté el hombre inmerso. Si la Iglesia deja de llevar su mensaje a todos los hombres no estará cumpliendo realmente con su ser de Iglesia. Por eso, la Iglesia no debe perder nunca la conciencia de su ser misionero, porque si deja de ser misionera, deja de ser Iglesia.

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Debe intensificar esta vivencia en sus propias comunidades y, también, alzar los ojos para descubrir las necesidades concretas que tienen las comunidades vecinas y las más lejanas para hacer por ellas cuanto está a su alcance, y ofrecerles los medios para que, día a día, el mensaje de Jesús se haga más vivencial en medio de ellas.

 

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3. Propongámonos qué debemos hacer con el mensaje recibido

1.- ¿Cuáles son los signos que identifican nuestra fidelidad a la misión de Jesús, el anuncio del evangelio y la construcción del Reino de Dios?

2.- En nuestras comunidades ¿cómo se da el equilibrio entre Primera Evangelización (o Misión Ad Gentes), Actividad Pastoral y Nueva Evangelización?

3.- ¿Qué ambientes, en nuestras comunidades, aún no han recibido eficazmente el mensaje de Cristo? ¿Cómo respondemos ante esos ambientes a nivel personal y parroquial?

4.- ¿Cuáles son los principales retos que la misión Ad Gentes presenta a nuestras comunidades? ¿Cómo anunciar la Buena Noticia, hoy, a un mundo de cuatro mil millones de habitantes que no conocen a Jesucristo?

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4. Celebremos la vida

• Canto de inicio. Sugerido: “Danos un Corazón”

• Pasaje bíblico que ilumine el tema: He 1,3-9

• Momento de reflexión personal.

• Rosario Misionero

•  Oración del CoMSa 3.

• Canto final. Sugeridos: “Sois la semilla”

 

 

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