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Instrumento
Preparatorio
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TEMA
5
La
misión, vida de la comunidad parroquial |
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Objetivo:
Favorecer
el compromiso de construir parroquias que sean centros dinamizadores de
evangelización y que encuentren en la misión “ad gentes” su reto más
importante para renovar permanentemente la vida de la comunidad cristiana.
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1.-
Escuchemos el mensaje cristiano
Jesús,
anunciando el Reino de Dios, suscitó alrededor de él un grupo de discípulos
que acogieron la propuesta de la salvación (Mc 1,14-15), se unieron a él (Mc
1,16-20), escucharon sus palabras (Lc 11,27-28) y vieron las obras que hacía
por el poder de Dios (Jn 2,1-11; Mc 1,32-34). Después de la muerte y resurrección
de Jesús (Lc 24,13-35), y con el envío del Espíritu Santo (Hch 2,1-13), los
discípulos de Jesús fueron paulatinamente distanciándose de Israel (Hch
8,1-3) y tomaron conciencia de ser comunidad en Jesús y de ser enviados (Mt
28,18-20). El Nuevo Testamento es testigo de las florecientes comunidades que,
nacidas de las primeras misiones y apoyadas en la fe de los apóstoles, vivían
gozosamente y en unidad el amor gratuito de
Dios (Hch 2,42-47; 4,32-35).
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La
Iglesia ha tenido siempre conciencia de ser comunidad y de estar formada por
comunidades. Dentro de estas comunidades, probablemente las más importantes son
las parroquias. La palabra “parroquia” hace alusión a la casa provisional
que se habita mientras se construye la casa definitiva.
A partir del siglo IV se llama “parroquia” a un territorio confiado a
un sacerdote para que tenga su cuidado pastoral. El Concilio Vaticano II da una
justificación de la distribución de la diócesis en parroquias: “el obispo
no puede presidir personalmente a toda la grey en su Iglesia, siempre y en todas
partes. Por eso, necesariamente debe constituir comunidades de fieles entre las
que destacan las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las
veces del obispo. Estas, en cierto modo, representan a la Iglesia visible establecida por todo el mundo” (SC 42).
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La
parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en
la Iglesia particular, cuyo cuidado pastoral, bajo la autoridad del obispo
diocesano, se encomienda a un párroco, como a su pastor propio.
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La
parroquia es una comunidad de fieles, es la misma Iglesia que vive entre las
casas de sus hijos (ChL, 26). Por
eso, la parroquia se define a partir de la comunidad y no necesariamente del
territorio ni del párroco.
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En la
parroquia nos conocemos como Iglesia y entramos en comunión con la Iglesia diocesana
y, a través de ella, con la Iglesia universal.
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La
finalidad de la parroquia es la atención
pastoral de los fieles.
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La
parroquia es una comunidad de
comunidades constituidas por familias, jóvenes, niños, grupos apostólicos,
etc. Estas comunidades hacen que la parroquia sea verdaderamente comunidad
cristiana, como comunidad de comunidades (ChL, 26).
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En
cuanto centro de pastoral, la parroquia debe promover la acción
evangelizadora integral. “La parroquia realiza una función en cierto
modo integral de la Iglesia, ya que acompaña a las personas y familias a lo
largo de su existencia, en la educación y crecimiento de su fe” (DP,
644).
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Es
en ella donde se lleva a cabo la totalidad de la acción eclesial, algo que no
ocurre en los movimientos eclesiales u otras agrupaciones religiosas. La
parroquia se organiza como comunidad de creyentes, que evangeliza, celebra la fe
y proyecta su servicio a los hombres y mujeres y a la sociedad.
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En la
parroquia escuchamos y anunciamos la Palabra de Dios: a través de la
catequesis, la predicación, la homilía, la formación en los distintos
grupos y movimientos.
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En la
parroquia celebramos la fe: a través de la vivencia de la liturgia y los
sacramentos.También se realizan otras manifestaciones religiosas
comunitarias y de religiosidad popular a través de las cuales se expresa la
fe (peregrinaciones, procesiones, vía crucis, celebraciones patronales,
vigilias).
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En la
parroquia llevamos a cabo nuestros compromisos pastorales y de evangelización,
allí es donde se realiza y se organiza el
servicio y la solidaridad. En ella, la Iglesia puede asumir funciones
samaritanas a través de servicios asistenciales de salud (clínicas,
centros de salud), alimentación y desarrollo (proyectos de desarrollo rural
y comunitario), de educación (talleres de promoción femenina y obrera,
centros educativos, educación formal a diversos niveles) y de formación
comunitaria, así como un espacio para la defensa y promoción de la vida a
través de acciones de conciliación, defensa de la igualdad fundamental y
de los derechos de los más pobres, etc.
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En la
parroquia se puede discernir y optar por quienes son los destinatarios
que requieren una mayor atención por parte de la comunidad, y organizarse para responder a sus
necesidades. De allí que surgen las diferentes pastorales (familiar,
infantil, juvenil, indígena, educativa, de enfermos, de áreas marginales,
y otras, según sea el caso), como formas de encarnación del mensaje para
grupos de destinatarios especiales.
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En la
parroquia se desarrollan los servicios
y ministerios que permitan realizar toda esta labor pastoral. La
parroquia también es el lugar donde se articulan los movimientos y
asociaciones laicales de servicio y de espiritualidad para que encuentren un
espacio de realización de su carisma en la integralidad de la pastoral.
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En la
parroquia descubrimos que el anuncio de la Palabra no se dirige sólo al
interior de la comunidad, la parroquia nos lanza a la misión ad gentes. Desde
la Parroquia surgen misioneros de la Palabra que hacen lo que hacía Jesús:
“Recorría todas las ciudades y los pueblos. Enseñaba en las sinagogas,
proclamaba la Buena Nueva del Reino y sanaba todas las enfermedades y
violencias” (Mt 9,35)..
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2.
Confrontamos el mensaje con la vida
La
parroquia ha sido por mucho tiempo y es todavía hoy el lugar más importante de
la realización de la pastoral de la Iglesia. Sin embargo, ha recibido en los años
pasados muchas críticas, las principales, derivadas de la importancia que se le
daba a la territorialidad y a la administración de los sacramentos, la
heterogeneidad de los participantes en ella, la atención masiva a los fieles,
la nueva situación social en la que se da mayor movilidad social, etc.
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La
experiencia nos dice que muchas parroquias, hoy en día, no tienen un programa
pastoral centrado en un proceso evangelizador,
como el que nos pide actualmente la Iglesia. Generalmente su actividad
principal es cultual. Se atiende a pocas personas, un porcentaje mínimo de
fieles que pertenecen a asociaciones y movimientos. En general hay una pastoral
de masas que ocupa el mayor tiempo entre las actividades y que es básicamente
sacramental. El sacerdote en muchas parroquias parece un funcionario que consume
todo su tiempo en atender a una feligresía amorfa con servicios religiosos,
sobre todo con los sacramentos que ellos piden y exigen sin pretender ninguna
otra vinculación con la parroquia. El resto de su tiempo lo dedica a atender a
ese pequeño porcentaje de fieles que pertenecen a asociaciones o movimientos
parroquiales y en organizar eventos con el fin de obtener fondos. Algunas
personas, al ver estas dificultades, “han aceptado demasiado fácilmente que
la parroquia sea considerada como sobrepasada, si no destinada a su desaparición”
(CT, 67).
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Incluso
las parroquias donde se trabaja intensamente enfrentan en la actualidad muchos
retos derivados de la situación actual, como los siguientes:
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El
proceso de urbanización que ha creado conglomerados inmensos e imposibles
de ser abarcados dentro de los límites de una parroquia y la artificialidad
de los linderos o fronteras entre parroquias.
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La
incapacidad de atender el número cada vez más extenso de fieles por parte
de pocos sacerdotes.
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Muchos
fieles optan por afiliarse y asistir más bien a la parroquia en donde
reciben un cuidado pastoral que ellos consideran más adecuado o en donde
ciertos servicios están mejor organizados. Se trata de parroquias “de
elección”.
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Los
movimientos de población y las migraciones internas y externas hacen que
las parroquias estén compuestas por diversidad
de personas, culturas, problemas e intereses sociales y políticos,
los cuales multiplican las perspectivas y las expectativas actuales.
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Para
muchos otros, la pertenencia eclesial no se realiza a través de la
parroquia sino a través de centros de acción pastoral de religiosos o
religiosas y de movimientos de espiritualidad laical y que no se articulan
con su parroquia para una pastoral de conjunto...
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De
todos modos, como nos enseña muy claramente el Papa: “Quiérase o no, la
parroquia sigue siendo una referencia importante para el pueblo cristiano,
incluso para los no practicantes. El realismo y la cordura piden pues, continuar
dando a la parroquia, si es necesario, estructuras más adecuadas y sobre todo,
un nuevo impulso” (CT, 67). Para renovar la parroquia, parece necesario
subrayar los siguientes aspectos:
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La
parroquia como comunidad cristiana:
espacio que posibilite la vivencia de la salvación de Cristo en comunidad.
Los aspectos administrativos y las estructuras deben estar al servicio de la
experiencia de esta vivencia en comunidad. La parroquia debe ser un lugar de
humanidad, donde todo lo humano, con su carga positiva y negativa, tenga
cabida, acogida y aceptación.
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La
organización parroquial de la acción pastoral: dicha organización no
debe recaer exclusivamente en el párroco, ni en uno o más movimientos muy
activos. La comunidad entera debe responsabilizarse por elaborar una
pastoral de conjunto para toda la parroquia, tomando en cuenta las
diferencias entre personas y la variedad de situaciones y actuar con una
pedagogía gradual que sea dinámica y de crecimiento cualitativo.
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La
planificación pastoral: La
parroquia debe elaborar un plan que responda a las necesidades de la
comunidad y los diferentes grupos sociales y culturales que la conforman,
plan que esté en comunión con los planes diocesanos. Este plan ayuda a
integrar todas las fuerzas vivas de la parroquia en una pastoral unitaria,
que evita improvisaciones y acciones fragmentarias.
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La irradiación
misionera permanente con el testimonio de vida, individual y
comunitario, de forma espontánea y también organizadamente, en misiones
evangelizadoras y en las visitas casa por casa.
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La
predicación del primer anuncio, la evangelización
fundamental, y luego una catequesis de adultos, esta última
generalmente en comunidades.
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Un
seguimiento en comunidades pequeñas, que se forman para hacer posible la
vivencia comunitaria.
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La
participación en ministerios diversos, pero especialmente en la evangelización
de otras personas, catequesis de jóvenes y adultos, cuidado y atención de
las comunidades, liturgia, acción social, familias, jóvenes, de enfermos y
otros.
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Una
atención especial a “la liturgia que es la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su
fuerza” (SC.10)
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La
adaptación de las estructuras parroquiales con la amplia flexibilidad que
concede el Derecho Canónico,
sobre todo promoviendo la participación de los laicos en las
responsabilidades pastorales.
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La
importancia de la misión “ad gentes”, es decir, la importancia de llegar a
todos los hombres y mujeres que no se constituyen en comunidad porque para
ellos el cristianismo todavía no es buena noticia que se recibe con alegría.
Entre ellos están los migrantes no cristianos que llegan a países de
tradición cristiana, los marginados, los alejados, los no creyentes y, en
general, los más necesitados (Cf Rmi 37). Sin embargo, la parroquia, lejos
de mirar sólo dentro de su territorio, debe abrirse a la dimensión
universal de la Iglesia y llevar el Evangelio más allá de sus propias
fronteras, hacia otras parroquias, diócesis e incluso países.
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3.
Propongamos qué debemos hacer con el mensaje cristiano
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1.-
¿Cuáles son las características de una parroquia abierta a la misión
evangelizadora? ¿Son así nuestras parroquias?
2.-
¿Consideramos que nuestra parroquia es una comunidad “abierta” o
cerrada”? ¿Por qué?
3.-
¿Qué lugar ocupa la animación y la actividad misionera ad gentes en los
planes de pastoral de nuestras parroquias?
4.-
¿Qué debe cambiar en nuestra forma de hacer pastoral para tener parroquias
permanentemente en misión? ¿Cómo impulsar las vocaciones misioneras en la
vida parroquial y para la Iglesia universal?
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4.
Celebremos la vida
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Canto de inicio. Sugerido: “Juntos como hermanos”
•
Pasaje bíblico que ilumine el tema.
He 2,42-47
•
Momento de reflexión personal.
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Oraciones espontáneas y respuesta de compromiso. Espontáneamente
agradecemos al Señor por nuestras parroquias y por todo el trabajo que realizan
y escogemos los signos más significativos que expresen su vitalidad. Los
presentamos con nuestras peticiones confiadas, las cuales pueden ser alternadas
por un estribillo de alguna canción de petición.
•
Padre Nuestro, Oración del CoMSa 3.
•
Canto final. Sugerido: “A edificar la Iglesia”
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